Admiraba la lealtad de mi esposo pero a la vez me resultaba un castigo verlo en esa situación de desesperación, él no lo merecía... No era justo que tuviera que sufrir tanto por una mujer como yo, que nunca fui tan buena a excepción de los primeros años. Pero como su mujer, luego de firmar el acta matrimonial la verdad es que dejaba muchísimo que desear. Amaba profundamente a Alexander pero no me podía autoemgañar de que no hice añicos todo lo bueno que tuvimos, que mi crisis emocional fue tan fuerte y mi rabia tan terrible que no quedo nada de todo lo que alguna vez fue.
Recuerdo bien una noche que acampamos al lado del mar, en una hermosa playa caribeña de clima cálido pero a la vez fresco mucho tiempo antes de casarnos, ese día él me prometió: «serás siempre tu, Sara... Nunca voy a sentir lo mismo por nadie más. Sé que jamás volveré a estar tan joven y enamorado, estoy seguro de que todo lo que he vivido contigo será el tesoro más grande, el recuerdo más grato, si algún día decides