Mundo ficciónIniciar sesiónAnthony es un hombre acostumbrado a obtener lo que quiere, especialmente cuando se trata de mujeres, pero necesita cuidar su posición en la sociedad como esposo y padre. Todo se descontrola cuando una de sus amantes desata sus ambiciones, provocando el fin de su matrimonio. Cuando su ex esposa intenta rehacer su vida, Anthony hace de todo para tenerla de regreso, aún en contra de sus deseos, desatando en ella un deseo de venganza.
Leer másEstaba sentado en el borde de la cama, la habitación en penumbra, con la pesada sensación de que todo lo que había hecho hasta ahora no había sido suficiente. La relación con Firenze, mis manipulaciones, mis promesas vacías, todo había sido un maldito fracaso. Pero en el fondo de mi alma, algo seguía ardiendo, algo que me impulsaba a seguir adelante con mi juego. El destino, ¿cómo no verlo? Estábamos destinados a estar juntos, y si no podía convencerla de eso, entonces era un hombre perdido.Firenze estaba en el otro lado de la habitación, sentada sobre la silla junto a la ventana. Su figura se recortaba contra la luz tenue de la luna, pero sus ojos no se encontraban con los míos. Parecía más distante que nunca, más cerrada. Y eso solo alimentaba mis dudas. ¿Qué había fallado? Ella nunca lo entendería si no le mostraba la magnitud de lo que podía hacer por ella. Si no podía ver la verdad en mis palabras, entonces todo estaba perdido.—Firenze —dije, con voz suave pero firme—, quiero q
Aquel día me ofrecí a cuidar a los niños, un gesto que Firenze aceptó sin pensarlo demasiado. Confiaba en que mi presencia les haría bien, pero la verdad era que tenía un propósito distinto. Necesitaba observar, escuchar, entender hasta qué punto había avanzado en su nueva vida. No podía permitir que siguiera alejándose sin dejar rastro, no cuando aún tenía poder sobre ella. La vi salir con su teléfono en mano, ajustando su abrigo con esa naturalidad que me irritaba. Se veía diferente, más segura, más firme en sus decisiones, y eso solo encendía mi necesidad de controlarla.Los niños jugaban en la sala mientras yo, con sigilo, me movía por la casa. Sabía que Luca iba a reunirse con ella y su cercanía me inquietaba. Caminé despacio por el pasillo hasta quedar a una distancia prudente de la oficina de Firenze. La puerta entreabierta me permitió escuchar sus voces. No hablaban con la complicidad de dos amantes, pero había algo en la conversación que me hizo tensar la mandíbula.—Firenze,
El día no había empezado mal en la oficina. Los números seguían sin cuadrar, pero sabía cómo enderezarlos. Ese tipo de problemas nunca me preocupaban demasiado; siempre encontraba la manera de sacar todo adelante.Y, sin embargo, últimamente, el imperio que había construido con tanto esfuerzo siempre tenía una manera de tragarse toda mi energía, me daba cuenta de que no importaba cuán grande fuera… estaba solo dentro de mi jaula dorada.Entonces la puerta se abrió: Firenze.Mis ojos se encontraron con los suyos, y por un momento, todo lo demás se desvaneció. Su mirada estaba encendida, como un huracán contenido. Se veía hermosa así, tan visceral, tan fuera de sí.—¿Qué pretendes, Tony? —disparó de inmediato, sin titubeos.Dios, cómo me excitaba verla así.Fingí desconcierto, apoyándome en el respaldo de mi silla con total calma.—¿De qué hablas, Firenze? No sé de qué estás hablando. ¿Qué es lo que te molesta? —Sonreí con falsa tranquilidad—. Ven, cálmate.El gesto la hizo hervir. Se a
La obsesión por Firenze me consumía por completo. No era solo verla con otro. Lo que realmente me carcomía era la posibilidad de que ella fuera feliz sin mí, de que estuviera construyendo una vida en la que yo no tenía cabida, que ya no me necesitara.Ella no solo iba a Europa a impulsar su carrera. Iba a rehacer su vida y eso me estaba volviendo loco.Mi mente empezó a maquinar una manera de separarla de él, de arrancarla de todo lo que representaba esa nueva vida que había encontrado. Al principio, pensé en sabotear sus exposiciones, hacer que su arte pasara desapercibido, bloquear cualquier oportunidad que tuviera. Pero algo en mí se detuvo. ¿Por qué quería destruir algo tan hermoso? ¿Por qué apagar lo que ella amaba?Por primera vez en mucho tiempo, me di cuenta de que, si quería recuperarla, no debía apagar su luz, sino hacerla brillar a mi lado. Pero todavía tenía que encontrar la manera de frenarla.La oportunidad llegó una tarde, mientras jugaba con los niños. Entre una conver
Aunque mi cercanía con Firenze era casi nula, mi cabeza seguía llena de ella. Sus decisiones, mis errores, el peso de su ausencia. Durante nuestros primeros años, el magnetismo entre nosotros había sido innegable. Todo fluía con naturalidad, sin necesidad de controlarla. Pero con el tiempo, todo cambió. Me di cuenta de que fui yo quien la alejó de las cosas que amaba, quien le quitó el aire hasta asfixiarla. Quizá pude apoyarla más, facilitarle el camino en su carrera, no dejar que se ahogara en la maternidad. Criar a dos bebés pequeños a tiempo completo fue agotador, y aunque siempre supe que era una madre excepcional, mis palabras dejaron de ser suficientes. O quizás su desconfianza en mí ensombreció todo, incluso las cosas que sí eran ciertas.Me la imaginaba en una galería, pintando, preparando su próxima exposición. Había retomado su carrera, estaba volviendo a brillar. Supongo que nunca fue realmente mía de la manera en que creía.Deslicé la pantalla de mi teléfono y me encontré
Había pasado un año desde mi divorcio, desde que Firenze me dejó, y sin embargo, las piezas del tablero de mi vida seguían moviéndose sin que pudiera detenerlas. Mis negocios exigían más que nunca de mí; las jugadas arriesgadas que realicé en su momento seguían pasándome factura y la empresa se tambaleaba en medio de la incertidumbre, mientras mi necesidad de control y poder me mantenía en pie. Sin embargo, algo en mi interior me decía que estaba perdiendo el control de lo que realmente importaba.Pero lo que realmente me hizo reaccionar fue una conversación inesperada con Kelly. Mi hermana me había citado para almorzar. La relación con mi familia había cambiado desde el divorcio, y especialmente Kelly había marcado su distancia conmigo. Aunque intercambiábamos mensajes y llamadas, ya no éramos los inseparables de antes.—No esperaba que quisieras verme —dije, probando el café sin mirarla.—Somos familia, hermano, y siento que necesitas apoyo —respondió.No hubo rodeos. No hubo cortes
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