Mundo ficciónIniciar sesiónAnthony es un hombre acostumbrado a obtener lo que quiere, especialmente cuando se trata de mujeres, pero necesita cuidar su posición en la sociedad como esposo y padre. Todo se descontrola cuando una de sus amantes desata sus ambiciones, provocando el fin de su matrimonio. Cuando su ex esposa intenta rehacer su vida, Anthony hace de todo para tenerla de regreso, aún en contra de sus deseos, desatando en ella un deseo de venganza.
Leer másEl aire olía a tierra mojada y lirios. El viento soplaba con esa calma que precede a la tormenta, moviendo las ramas del ciprés bajo el cual me ocultaba. Desde ahí podía ver el cementerio entero: un mosaico gris de cruces, paraguas negros y pétalos arrastrados por el suelo. No debía estar aquí. Y, sin embargo, no podía marcharme.Habían pasado diez años desde la última vez que vi a mis hijos. Noah y Zoe eran aún pequeños, pero habíamos compartido lo suficiente como para habitar un rincón de sus memorias. Me recuerdan, sin duda, pero no sé cómo. Quizá con rabia, quizá con lástima. Hoy los observo de lejos, sin que lo sepan, mientras entierran al hombre que les enseñó lo que yo nunca pude.El niño que ahora toma de la mano a Zoe se parece tanto a Luca… pero esos cabellos ondulados que se mueven con el viento me devuelven a Firenze. Luca vivió la vida que yo arruiné: el hogar que nunca supe construir. Y, aun así, la enfermedad se lo llevó con una rapidez tan limpia que dejó tras de sí un
Su cabello está más oscuro, lacio, como si intentara borrar su antiguo reflejo. Sus ojos, inquebrantables, cargados de un fuego que nunca antes había visto.—Solo algo para el dolor —dice con una calma aterradora.Intento moverme, pero mi cuerpo no responde.—Tranquilo, no voy a matarte. Si eso quisiera, lo hubiera hecho desde el principio.Firenze se acerca. Me observa con la misma intensidad de siempre, pero sin el fuego que solía consumirnos; ahora esa intensidad tiene bordes fríos, precisos, casi solemnes.—A veces me pregunto qué tanto te amé, Tony —susurra.Sus palabras me golpean más fuerte que cualquier puñetazo.—Y creo que demasiado… quizás todavía hay una parte de mí que lo hace.No puedo creer lo que estoy escuchando. ¿Acaso es efecto de la droga? Si estoy alucinando, no importa. Quiero decirle que yo también la amo, que siempre la amé, que sí, soy un maldito desgraciado, pero ella es lo único real que he tenido en mi vida. No me sale la voz.—Si algo aprendí es que el amor
Y así, llegamos al punto donde todo comenzó.La sirena de la patrulla se filtra entre la bruma de mi conciencia, lejana, amortiguada, como un eco distorsionado en la niebla. No entiendo lo que está pasando. Siento el peso de mi propio cuerpo, inmóvil, atrapado entre el delirio y la realidad.Luego, el dolor.Un latigazo ardiente me recorre el costado. Algo pesado oprime mi pecho, haciéndome imposible respirar con normalidad. Intento moverme, pero un mareo me hunde de nuevo en la oscuridad. Las voces se vuelven lejanas, los pasos resuenan como si estuvieran dentro de una cueva. La luz intermitente del pasillo parpadea en mi mente más que ante mis ojos.En algún momento, entre el murmullo de órdenes y el brillo estroboscópico de las sirenas, caigo por completo en la inconsciencia.Despierto en una habitación con luces fluorescentes que me lastiman la vista. El aire huele a desinfectante. Siento agujas bajo la piel, y el tirón leve de una vía intravenosa en mi brazo me confirma que estoy
Durante las siguientes semanas, las cosas marcharon como yo esperaba. Sentía que mi triunfo era inminente y que dentro de poco podría recuperar todo lo que perdí. Necesitaba ser paciente; Firenze aún no estaba lista para hablar con los niños sobre nuestra reconciliación. Ella insistió en que debíamos darles tiempo para procesar los cambios, que habían sufrido suficiente con nuestra separación y que necesitaban estabilidad antes de que tomáramos cualquier decisión apresurada. También mencionó que extrañaban a su amigo Luca y que no quería que sintieran que las relaciones podían desecharse con facilidad.Todo tenía lógica. Entendí que si me pedía discreción era porque planeaba quedarse. Además, la proximidad de la inauguración de su nueva muestra le estaba demandando mucho tiempo. Si quería recuperar nuestra dinámica de pareja, tenía que respetar su espacio profesional, sus logros. Tenía que ser un apoyo para ella, y no el obstáculo en el que me había convertido por despecho.—Tony, disc
Estaba recostado en el sillón de la sala, aún en penumbra, con la pesada sensación de que todo lo que había hecho hasta ahora no había sido suficiente. La relación con Firenze y mis intentos por mantenerla bajo control habían fracasado. Pero en el fondo de mi alma, algo seguía ardiendo, algo que me impulsaba a seguir adelante con mi juego. El destino, ¿cómo no verlo? Estábamos destinados a estar juntos, y si no podía convencerla de eso, entonces era un hombre perdido.Noté que Firenze había bajado a la cocina; sostenía una taza humeante sentada sobre la silla junto a la ventana. Su figura se recortaba contra la luz tenue de la luna, pero sus ojos no se encontraban con los míos. Parecía más distante que nunca, más cerrada. Y eso solo alimentaba mis dudas. ¿Qué había fallado? Ella nunca lo entendería si no le mostraba la magnitud de lo que podía hacer por ella. Si no podía ver la verdad en mis palabras, volvería a los brazos de Luca. Me levanté y caminé hacia ella, siguiendo mi intuición
Aquel día me ofrecí a cuidar a los niños, un gesto que Firenze aceptó sin pensarlo demasiado. Confiaba en que mi presencia les haría bien, pero la verdad era que tenía un propósito distinto. Necesitaba observar, escuchar, entender hasta qué punto había avanzado en su nueva vida. No podía permitir que siguiera alejándose sin dejar rastro, no cuando aún tenía poder sobre ella. La vi salir con su teléfono en mano, ajustando su abrigo con esa naturalidad que me irritaba. Se veía diferente, más segura, más firme en sus decisiones, y eso solo encendía mi necesidad de controlarla.Los niños jugaban en la sala mientras yo, con sigilo, me movía por la casa. Sabía que Luca iba a reunirse con ella y su cercanía me inquietaba. Caminé despacio por el pasillo hasta quedar a una distancia prudente de la oficina de Firenze. La puerta entreabierta me permitió escuchar sus voces. No hablaban con la complicidad de dos amantes, pero había algo en la conversación que me hizo tensar la mandíbula.—Firenze,





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