Gemma se sentó sobre la tapa del inodoro, con el corazón acelerado y un cosquilleo en el estómago. Los tres minutos que debía de esperar hasta obtener una respuesta parecían estirarse como horas. Aunque había programado una alarma en el celular, no podía evitar levantar la mirada hacia la prueba de embarazo sobre la encimera cada cinco segundos, como si al vigilarla pudiera acelerar el resultado.
No sabía con certeza cómo sentirse ante la posibilidad de estar embarazada; lo único que quería en ese instante era una respuesta definitiva. Quizá no estaba perdiendo la cabeza porque, en el fondo, no era una completa sorpresa. Después de todo, Sebastian y ella no habían sido precisamente cuidadosos durante las primeras semanas.
Cuando su periodo no llegó, la primera explicación que se le impuso fue obvia: podía estar embarazada. Sin embargo, fuera de ese retraso, no había tenido otros síntomas. Nada de náuseas, ni mareos, ni cambios de humor. Así que esperó un poco antes de decidir hacerse l