Sebastian seguía a Gemma con la mirada mientras ella terminaba de alistarse para recostarse. ¿Quién hubiera pensado que resultaría tan fascinante verla ir de un lado a otro, cambiándose de ropa, aplicándose cremas o cepillándose el cabello? Pero no había nada que ella hiciera que le pareciera aburrido.
Podía pasar horas observándola en silencio, como un acosador. De hecho, lo había hecho la mañana anterior. Se había despertado antes que ella y había permanecido contemplándola dormir. No sabía cuánto tiempo había pasado cuando finalmente no pudo mantener sus manos quietas por más tiempo. La despertó con caricias, y en cuestión de instantes, Sebastian le había hecho el amor con desesperación como si hubiera pasado semanas desde la última vez.
—¿Sebastian?
El sonido de la voz de Gemma se filtró entre sus pensamientos.
—¿Qué sucede? —preguntó él con una sonrisa suave.
—¿Está todo bien? Vengo hablándote hace un rato y parecías perdido.
—Estoy mejor que nunca. ¿Cómo podría ser de otra forma