Partido. 3

El aire olía a café recalentado y perfume barato, y su madre estaba ahí, en medio de la sala, con los brazos cruzados y el ceño fruncido como si hubiera estado esperando toda la tarde con el veneno acumulado.

— ¿Quién te trajo? — preguntó Rebeca, sin saludar, sin siquiera un "hola".

Aileen se detuvo, aún con la mochila colgada al hombro, la emoción del paseo con Leo evaporándose de golpe.

— Leo Whitmore. — respondió con naturalidad, sin imaginar la reacción que eso provocaría.

Rebeca cambió de expresión en un segundo, los ojos se le abrieron como platos, luego se entrecerraron con rabia, s

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