Las verdades. 5
Aileen entró al salón y, como esperaba, encontró a Leo ya sentado al lado de su pupitre, con esa sonrisa traviesa que la hacía querer golpearlo y reír al mismo tiempo, sus ojos brillaban con picardía, y parecía disfrutar cada segundo de verla caminar hacia él. Ella lo ignoró por completo, sacó sus libros y se sentó con cuidado, tratando de no darle pie a que él hablara primero, pero Leo, incapaz de quedarse callado, apoyó los codos sobre su pupitre y se inclinó hacia ella, con voz suave, casi infantil.
— ¿Estás enojada conmigo? — preguntó, con esa mezcla de ingenuidad y descaro que solo él podía mostrar.
Aileen levantó la mirada, arqueando una ceja, y respondió con calma, pero firmeza.
— No. — su voz era fría, pero en sus ojos había un pequeño brillo que traicionaba que no era del todo cierto.
Leo no se dio por vencido, se inclinó un poco más, rozando apenas su hombro, y susurró.
— Porque si estás enojada, puedo hacer algo para que me perdones. — Aileen rodó los ojos y suspiró, intent