Naia
El sonido estridente del teléfono me arrancó de un sueño profundo y agitado estiré el brazo sobre las sábanas frías, buscando el aparato, mientras mi mente se despabilaba con una rapidez dolorosa. Lo primero que hice fue mirar hacia el otro lado de la cama vacío de nuevo.
Artem se había marchado anoche, poco después de que nuestros cuerpos dejaran de temblar por el clímax.
Una punzada de amargura me apretó el pecho. ¿Se había ido directo al club? ¿Había buscado a Cristal para terminar de saciar lo que yo, con mi "inexperiencia", no podía darle?
Sacudí la cabeza para alejar esos pensamientos venenosos y respondí sin mirar la pantalla.
—¿Diga?
—¡Dobroye utro! —La voz alegre y vibrante de Katia inundó mis oídos, contrastando brutalmente con mi estado de ánimo—. ¡Naia! Espero no haberte despertado, pero la ciudad está preciosa hoy y muero por un café. ¿Me acompañas?
Me senté en la cama, frotándome los ojos. Intenté buscar una excusa rápida, sintiendo el peso de la mentira que