NaiaPasé el resto de la tarde caminando de un lado a otro en el penthouse, sintiéndome como un animal enjaulado. El silencio del apartamento, que antes me parecía elegante, ahora era asfixiante. Las palabras de Artem en su edificio se repetían en mi cabeza como una sentencia de muerte para cualquier rastro de dignidad que me quedara: "No tenemos una relación lo nuestro es un maldito contrato".Me senté en el suelo del balcón, abrazando mis rodillas contra mi pecho mientras veía cómo el cielo de la ciudad pasaba del naranja al violeta y, finalmente, al negro absoluto, me sentía una estúpida había llorado por él, me había sentido celosa por él, e incluso por un segundo, después de aquella primera noche, había llegado a pensar que quizás había algo de humanidad tras esos ojos grises pero no, el me lo había dejado claro yo era una inversión que debía ser protegida para mantener el valor de mercado, nada más.Cerca de la medianoche, escuché el suave ding del ascensor. Mi cuerpo se puso
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