Mundo ficciónIniciar sesiónSamantha Leon es una joven universitaria que tiene un crush en linea, pero después de haber sido ignorada tantas veces por él, finalmente logra llamar su atención como una amante sexual. Samantha y Alessandro tienen vidas totalmente diferentes al otro, y solo hay una cosa que tienen en común... la calentura. Logran mantener una relación abierta y sin problemas hasta que se conocen en persona comenzando a tener aquellas molestias llamadas "sentimientos".
Leer más—He atrapado Sam en sus charlas calientes cuando estaban a distancias, estaba muy enojado que mi hija le enviara fotos a un extraño, pero era grande y no podía controlarla, sin embargo, es algo de lo que siempre veo.—Lamento que hayas visto eso. —Oculto la cara muy avergonzado.—¿Cómo le hacen?—Pues Sam y yo tenemos eso en común, con todo respeto, ya que hablamos de su hija y es algo incómodo.—Solo quiero un consejo de pareja, mi esposa y yo no somos muy activos.—creo que las mujeres siempre quieren, solo que para ellas más fácil ocultarlo —comenta el chofer—, disculpen que me entrometa.—No, no hay problema —dice mi suegro.—Tal vez podría comenzar enviándose mensajes calientes —aconseja el chofer—, a mí me funciono con mi esposa, luego de cinco años de nada. Tal vez no seamos jóvenes, pero las ganas están, solo hay que ser creativo para mantener la llama.—Entiendo —dice mi suegro algo pensativo.El chofer se detuvo en nuestro destino y como dijo Sam, aún estaban despiertos, lo
Lo hace reflexionar y se separan del abrazo, Ale se gira hacia la puerta y yo me alejo, era una conversación privada y yo los había espiado, sin embargo, él me alcanzó y corre a abrazarme.—Perdona mi ausencia. —me dice.—Ale, está bien... —me interrumpe.—No está bien, no he creado recuerdos suficientes, costumbres en las que mis hijos puedas pasarle a mis nietos, perdóname —me pide.—Te amo Ale, perdóname tú por querer hacer todo sola.Nos separamos del abrazo y me besa.—¿A dónde crees que llegue el cuerpo?—A la madre de Agustín, ella vive en Mendoza.—Entonces vamos. ¿Es muy lejos?—En avión casi dos horas, en auto, 12h.—Espero que podamos encontrar vuelo. —digo pensativa, pues entiendo que todo debe ser planificado—. Le pediré a mis padres que se queden con los niños y yo te acompaño.Propongo y él niega.—Vamos todos Sam.Yo asiento y ambos nos ponemos en marcha, llamo a los padres de los amigos de Matteo para que vengan a busacrlos, aunque algunos tuve que llevarlos, mientras
—Puedo esperar a mamá, pero el helado ya lo he esperado mucho y eso que me he portado muy bien —se cruza de brazos y me hace reír.Ya entiendo todo, está tranquilo porque si hace algo malo, no le compraré el helado, es increíble como lo recuerda y yo no.—Bueno, podemos comer helado mientras esperamos a mamá, te lo mereces por haberte portado muy bien —le digo y él está de acuerdo conmigo.Iba a dejar el auto estacionado, pero me acordé que en caso de que una heladería quede lejos del trabajo de Sam, tendríamos que caminar mucho y yo tendría que cargar a Gabriel, él se cansa muy rápido, además de que sería incomodo traer helado y llevarlo cargado, aunque, por otro lado, se podría ensuciar el auto, Gabriel no es muy limpio a la hora de comer, me arriesgaré a caminar.Dejo el auto estacionado, me bajo de primero y luego bajo a mi hijo, apretó el seguro con el botón y nos vamos, por suerte, había una heladería cerca, sin embargo, Gabriel quiso que lo cargara, mientras hacemos fila para p
Joder, eso me hace quedar mal, pero estoy seguro que saben nuestra situación por nuestros hijos y no por Sam.—Entiendo.Emily mira detrás de mí, extrañada.—Gabriel, pequeño —lo llama.—¡Abuela! —lo escucho correr hasta ella y la abraza, ella lo carga y veo como la ensucia.¿Cómo se me había olvidado de su existencia por unos minutos? No debo olvidar que él es inquieto.—Gabriel, ¿Por qué estas sucio? De nuevo —le llamo la atención.—Estaba comiendo chocolate papá —responde con una sonrisa y Emily se ríe.—Pero pudiste comer sin ensuciarte —le digo.—Así no se disfruta —dice.Él tenía las mejillas empapadas de chocolate, al igual que sus manos.—Vamos a limpiarte —se levanta Emily y se lo lleva a la cocina.Dejándome con la cara amarga de mi suegro.—¿No sabes a qué hora viene Sam? —me pregunta y niego—, pues llámala.Saco mi móvil de los pantalones y le repico, en lo que espero que responda, mi hijo mayor entra a la sala y saluda a su abuelo, luego lo invita afuera para presentar a
—¡Buh! —Se cree un fantasma—. ¿Alguien dijo helado? —Se emociona y salta.—Sí, pero después de que te bañes o sino no. —Él alza la mano como militar y sale corriendo al baño.Antes de seguirlo, busco mi celular, iba a llamar a Nina, la señora de limpieza para que me ayude con la casa mientras yo baño a los terrores de mis hijos, espero que Matteo tampoco esté haciendo de las suyas o sino me voy a volver realmente loco.Antonella y Gabriel se encontraban en la tina jugando en el agua, yo los dejé por unos segundos para abrirle la puerta a Nina y ya estaba de regreso para buscar las toallas y sacarlos.—¡Papá! —grita Gabriel y eso me estresa.Hoy es el día que te llamen como si ha ocurrido una tragedia, si siguen así me pondré paranoico.—¿Qué sucede esta vez? —Llego con rapidez con las toallas.—Antonella me empujó. —La señala y ella lo mira mal.—Eso no es cierto papi, él se cayó porque estaba intentando quitarme el juguete y como no se lo di, se cayó a propósito para que tú me regaña
—Hasta luego papá —dicen al unísono.—¿No quieres que los acompañe? —La verdad me sentía excluido.—Claro amor, ve a cambiarte y yo termino aquí. —Tiene una voz dulce y eso me derrite.—No me tardo. —Dejo los platos y salgo corriendo a cambiarme.*** —Eso significa que tendremos la mañana solos —seduzco a Sam tomándola de la cintura y besando su cuello.—Alessandro, nos están viendo. —Intenta apartarme, pero no lo logra.—¿Y qué importa? Somos pareja —me justifico.—Amor, hay pequeños —insiste.Estábamos en la escuela de arte de Antonella y Gabriel, Matteo practicaba soccer en otro lugar así que fue el primero en dejarlo, y ahora estamos dejando a Gabriel con su maestra de pintura, a unas aulas más allá estaba el salón de ballet dónde estaba Antonella.—Está bien, vayamos a la casa rápido. —Me sigo comiendo su cuello y ella se ríe algo nerviosa.—¡Alessandro! —me reclama.—¿Qué? —me quejo y me separo de ella.Noté a algunas representantes gustosas y otras mirándome mal, carraspeo mi
Último capítulo