—Hasta luego papá —dicen al unísono.
—¿No quieres que los acompañe? —La verdad me sentía excluido.
—Claro amor, ve a cambiarte y yo termino aquí. —Tiene una voz dulce y eso me derrite.
—No me tardo. —Dejo los platos y salgo corriendo a cambiarme.
***
—Eso significa que tendremos la mañana solos —seduzco a Sam tomándola de la cintura y besando su cuello.
—Alessandro, nos están viendo. —Intenta apartarme, pero no lo logra.
—¿Y qué importa? Somos pareja —me justifico.
—Amor, hay pequeños —insiste.
Estábamos en la escuela de arte de Antonella y Gabriel, Matteo practicaba soccer en otro lugar así que fue el primero en dejarlo, y ahora estamos dejando a Gabriel con su maestra de pintura, a unas aulas más allá estaba el salón de ballet dónde estaba Antonella.
—Está bien, vayamos a la casa rápido. —Me sigo comiendo su cuello y ella se ríe algo nerviosa.
—¡Alessandro! —me reclama.
—¿Qué? —me quejo y me separo de ella.
Noté a algunas representantes gustosas y otras mirándome mal, carraspeo mi