Richard Steele y Carolina Donelli están unidos por un matrimonio por contrato. Pero, tras la boda, Richard deja claro que odia a Carolina, sin que ella sepa por qué, y además le dice que el matrimonio es de apariencias, pues él tiene una amante. Carolina no puede divorciarse, pues con ese matrimonio recibirá su herencia y la posibilidad de conocer al hombre que salvó su vida de un accidente atrás. Sin embargo, ella pronto descubrirá muchos secretos que podrían unir a su salvador con el marido que la odia, pero Richard oculta que Carolina le importa más de lo que quiere admitir, y que su propio odio podría reprimir una ardiente pasión que quiere explotar cada vez que la ve. ¿Acaso puede florecer un amor entre el odio?
Leer másNo apartaban la vista de ella, llevaba el vestido de novia más encantador que había encontrado, sonreía feliz, mientras escuchaba a todos murmurar: «Es una hermosa novia»
Si lo era o no, ella no lo sabía, tampoco le importaba, estaba parada en aquel lujoso salón, pero no sabía si se sentía feliz, su mente era confusa, alzó la vista, y entre todas esas personas viéndola pudo reconocer otra mirada, ella lo conocía, solía ver su fotografía desde hace años, pero su mente era un túnel oscuro sin recuerdos, aunque ahora era algo que no le importaba, ese hombre de pie que la miraba con una seriedad expectante, de ojos azul porcelana, como hielo frío en invierno, era Richard Steele, su ahora esposo, fue todo un playboy, a quien atribuían muchas conquistas y mujeres rendidas a sus pies, como si se tratara de un santo. Carolina no entendía como era que tuviese tanta fama con las mujeres, podría ser todo, y profusamente atractivo, pero ahora mismo su mirada sobre ella, tan firme y penetrante, la incomodaba.
Aunque Carolina tenía seguridad y valentía, tuvo que bajar la vista, al sentir un escalofrío que recorría todo su cuerpo.
Richard bebió de su trago, desvió la mirada, luego soportó las felicitaciones. Su abuela Marian Steele se acercó a él y lo dirigió junto a Carolina
—Soy muy feliz de verlos al fin casados, es un sueño para mí, el apellido Steele-Donelli por fin se ha unido en uno solo, pronto las empresas también lo harán, sería el gran sueño de amor vuelto realidad, como se lo juré a mi amado Carlos Donelli —dijo Marian mientras unía sus manos entrelazándolas, Carolina se puso nerviosa, y Richard sintió una electricidad que recorrió su cuerpo, luego la abuela les indicó que debían bailar el primer vals de pareja.
Richard dirigió a la mujer en medio del escenario, las luces bajaron, y comenzaron a bailar, con suavidad, él sostenía su cintura y ella tenía una mano sobre su hombro, y la otra aferrada a su mano, aunque ella tenía la mirada altiva, no lo veía a él, sonreía, pero solo era un simulacro, no estaba disfrutándolo, su perfume de violetas se impregnó en su nariz, y eso hizo que la miraba, ella no había cambiado su olor, su cabello tan oscuro, y su ojos azul claro, seguía siendo la misma mujer de hace tiempo, para Richard solo era falsa y arrogante, cuando recuerdos del pasado volvieron, quiso dejarla ahí para que se convirtiera en la burla de la sociedad de Ciudad Catalia, pero cuando sus lindos y grandes ojos se encontraron con los suyos se sintió débil, no pudo hacerlo, se quedó a su lado
—¿Estás bien? —dijo ella con una dulce voz, Richard la miró atónito sin entender sus palabras, hace rato tenía el mismo aspecto de perplejo cuando llegó a la iglesia, pero entonces, Carolina lo pasó por alto, ahora no podía
—¿Qué dices? —exclamó
—Tú rostro ha enrojecido —dijo ella, él se sintió más abochornado, pero, aunque quería responder no pudo, cuando vio a aquella mujer entre los invitados, su gesto se volvió incrédulo, pero logró contenerse, luego terminó el vals, y llevó a la novia a saludar a otros invitados, mientras él se alejó buscando a aquella mujer que logró inquietarlo.
Carolina saludaba a los invitados, estaba nerviosa, todos preguntaban por su marido y ella no lo veía por ningún lado, quería que toda esa fiesta acabara lo antes posible
—¡Qué hermosa novia! Dime, ¿Cuánto costó tu vestido? He querido vestir de blanco como tú, siempre —dijo la mujer ante ella
Carolina la miró y sonrió
—Seguro que el vestido que elijas se te verá muy bien.
Maya arrugó el gesto y la miró con ojos pequeños
—¿Acaso es sarcasmo lo que detectó, querida?
Carolina la miró irresoluta
—Perdona, ¿Nos conocemos?
La mujer dio un traspié, su rostro estaba impactado
—¿De verdad no me reconoce? —dijo en un susurro que solo ella escuchó
—¿Qué dices?
—Nada, nada, digo que, no todas podemos ser las novias, algunas debemos consolarnos con ser la otra.
Carolina la miró intrigada y frunció el ceño, sus palabras de pronto le sonaron agresivas y una alarma se activó en su cabeza
—¿Cómo dices?
—Sí, la amante puede ser la otra, la innombrable, la prohibida, pero no lo olvides, la amante es la imborrable de la mente de un hombre, estoy aquí y he venido a decirte que yo seré tu sombra, el fantasma que nunca olvidarás —sentenció severa
—No entiendo, ¿Acaso es una amenaza? —exclamó irritada de tanto misterio
—¿Amenaza? Yo no amenazo, yo solo te digo la verdad, soy la amante de Richard Steele, soy la mujer que él ama, la dueña de su cuerpo y de su mente, tú solo serás su esposa ante el mundo, pero soy yo con quién sueña, y no podrás cambiarlo.
Carolina sintió que su corazón latía muy rápido, que no entendía nada de lo que ella decía, sus ojos se volvieron parpadeantes, el sonido se volvía más intenso.
Richard entró y sujetó con fuerza el brazo de la mujer
—¡Demonios, Maya! ¡¿Qué haces aquí?! ¿No fui claro en que no vendrías?
—¿Por qué? No puedo ver a tu nueva esposa, no puedo saludarla, ya ni siquiera me recuerda, claro, como ella se siente la reencarnación de una reina inmerecida, ¡Me ha insultado! Richard, dijo que no tengo dignidad, que ella te robará de mi lado.
Los ojos de Carolina se abrieron con estupor, no solo por las mentiras de esa mujer, sino por todo lo que salía de su boca
—Pero, ¿¡Que es lo sucede aquí! —exclamó aturdida
La abuela Marian y Rachel, madre de Richard, caminaban hacia ellos. Richard tomó el brazo de Carolina con firmeza
—No te atrevas a decir nada, Carolina, mi abuela y mi madre vienen acá, si dices cualquier cosa, te juro que te arrepentirás —sentenció él mirándola con firmeza
Ella le miró con ojos pequeños
—¡Quítame tus manos de encima, o solo escucharás como canceló esta absurda boda!
Él no esperaba que ella se enfrentara a su voluntad de tal manera, se quedó perplejo y la soltó con rapidez.
—¿Qué hace está mujer aquí, Richard? —sentenció la abuela Marian viendo a Maya con desprecio
Los años habían avanzado, hasta contarse siete, Richard y Carolina seguían dirigiendo la empresa Donelli-Steele. Fred y Sarah trabajaban en el hotel sabático, era un negocio muy rentable y que además les encantaba porque ayudaban a personas que estaban en crisis y buscaban un lugar para descansar y buscar paz mental. Aquel día era el cumpleaños de Richard Steele, Carolina lo organizó solo con la familia, como a él le gustaba. Richard llegó y su hija Kira de cuatro años saltó a él con felicidad, Albert lo hizo después, ya eran unos niños grandes y hermosos, amaban a su padre, y eran su tesoro absoluto, él rio al verlos, y luego los bajó. Fred y Sarah llegaron, y fue a saludarlos. Los niños jugaban en el jardín, ellos comían, los hombres bebían deliciosos tragos, y las mujeres reían y platicaban, era un hermoso día, el mejor de todos, la vida era tranquila, ya sin nada que pelear o sufrir, pronto llegó René con su esposa Lyra y su hija Tya que se unió a las chiquitas, Kira y Lucero
Carolina y Richard estaban tomados de la mano, eran tan felices, Richard cargaba a su pequeño Albert, y veían a los novios frente al juez, era una boda sencilla, solo con los familiares y amigos más cercanos. Richard y Carolina estaban tomados de la mano, mirando sus ojos con amor, ilusionados por el provenir, pronto firmaron las actas y el juez los declaró de nuevo, marido y mujer. Un beso de amor selló su juramento La fiesta comenzó en el jardín de la casa de campo, era un lugar hermoso, y fue donde comenzó la historia de ellos dos, luego de bailar, fueron a recibir las felicitaciones —Quiero disculparme con ustedes, traté de separarlos, y no fue algo justo, me avergüenza mi comportamiento, y deseo que sean felices, de todo corazón. Sarah sonrió ante las palabras de René, se dieron un largo abrazo, ahora René estaba con Lyra, pronto iban a casarse, se veían felices y enamorados. Sarah pensó que por fin la vida tomaba su propio curso y era feliz por ellos también. Carolina fue
Fred llegó a casa, estaba tan emocionado, Sarah lo observó y él se abalanzó a abrazarla con fuerza, ella estaba perpleja —Mi hermano despertó, mi hermano está a salvo, Sarah, ¡Soy tan feliz! Sarah se unió a su felicidad y lo abrazó con fuerza, besando su mejilla, pero al sentir sus labios sobre su piel, él no pudo evitarlo, la besó con fervor, Sarah no pudo huir de ese beso, lo deseaba desde hace tanto tiempo, pero cuando sintió que se perdía en él, tuvo que detenerlo —No es correcto. Fred sintió algo de tristeza con sus palabras, y acunó su rostro —Sé que te rompí el corazón con mi desprecio, y que nunca podré pagar o suficiente para recuperar tu amor, pero te amo, Sarah, ahora sé que eres la mujer que amo, con la que quiero compartir el resto de mis días, la única que quiero para madre de mis hijos, por favor, si aún queda algo del amor que me tuviste, por favor, perdóname. Fred se arrodilló ante ella, y se abrazó a su cintura, Sarah se sintió incómoda, tenerlo a sus pies, tan
«POV Richard Steele ¿A dónde va la conciencia mientras duerme? ¿Es un sueño lo más cercano que los vivos estarán de la muerte? Estoy aquí y puedo escucharlos, puedo oírlo todo, pero no verlos, y se siente como si fuera el mismo infierno, ¿Estoy muerto? Me siento en el limbo, justo donde todo puede acabar, pero, no es así, sigo aquí, atrapado, ¿Acaso es mi culpa? Haber creído en quien no debía, lastimado a la mujer que amé, soy el rey de los imbéciles, pero estoy aquí, arrepentido, solo esperando por ella. El silencio me consume, como la oscuridad, a veces sueño, a veces no sé lo que es real, ahora puedo escucharlo, Frederick está aquí, cerca de mí —Richard, yo… lo siento tanto, era como un niño tonto y pequeño, es que, quería ser como tú, Dios lo sabe y no te miento, ¡Oh, mi hermano! ¡Cuánto te admiro! ¡Cuánto te quiero! Pero, sentir que no seré la mitad de lo que eres, me estaba enloqueciendo, perdóname, cariño, nunca quise ser tan malo contigo, nunca quise ser cruel, no te odio,
Carolina corría detrás de la camilla del hospital, su respiración era inestable, las lágrimas no paraban, corría y corría, pero cuando la camilla entró a la sala de emergencia le impidieron la entrada, ella los maldijo a todos, gritó peleó, solo pidiendo que por favor le dejarán verlo, ella no podía dejarlo solo, sintió las manos de René, tratando de calmarla, las palabras de Fred que escuchó fueron, calma, él es muy fuerte, todos decían eso, él es muy fuerte y se recuperará, pero ella lo había visto, la sangre escarlata brillaba en su cuerpo, su mirada triste dolorosa, nadie podía decir que estaba bien, cuando no lo habían visto como ella a él, nadie había sentido su pulso leve, ella lo vio temblar, no era una pesadilla, era un temor terrible, ella se arrinconó en una pared y lloró, quizás lloró lo que nunca lloró por sus padres, es cierto que cuando alguien llora, su llanto es por todo, pero Carolina padecía, Carolina sufría, solo pensaba en Richard, la culpa le quedaba, sobre todo a
Richard y Fred estaban dispuestos a irse para buscar a Carolina, y rescatarla, Sarah tenía mucho miedo, y solo pudo abrazar a Fred, él correspondió al instante, volver a sentir un abrazo de Sarah era como ser revivido en el alma, él acunó su rostro—Te juro que estaré bien —dijo al mirar el tormento en sus ojos—Por favor, piensa en tu hija, ella te espera —dijo Sarah tomando su mano, las lágrimas estaban en sus ojosÉl besó su frente y limpió sus lágrimas con dulzura, eso la hizo estremecer—Pienso en mi hija, pienso en Finneas, y pienso en ti, todo el tiempo, no lo dudes, volveré porque te amo, Sarah, todo va a estar bien.Ella sintió mucho miedo, tenía un mal presentimiento, y sintió que la vida sin Fred sería imposible de soportar, él se apartó de ella y subieron al auto para irse.Sarah no podía estar mejor, solo pensaba, estaba tan asustada. Una empleada le notificó que René estaba aquí, cuando él la encontró se sorprendió de verla, pero Sarah le dijo sobre lo que pasaba—¡Mi pr
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