¿Existen las segundas oportunidades? Lilia es una mujer divorciada y con problemas de autoestima, que vive con la culpa de haberle sido infiel a su exesposo. Esa fue una de las razones para haber terminado su relación con él, asimismo, tomar la decisión de empezar de nuevo en otra ciudad junto a su hijo. Por otro lado, está Bratt, la razón de su confusión y desquicio. Un mujeriego egoísta y muy apuesto, que la hizo sucumbir en la más placentera tentación y de quien ha decidido escapar. Él, con las consecuencias de su vida loca y egocéntrica sobre los hombros, busca desesperado volver a llenar el vacío que la despedida de Lilia le dejó. Un reencuentro y una realidad de la que ella lucha por escapar; sin embargo, la atracción de sus cuerpos será más fuerte que la represión y la voluntad. ¿Volverá Lilia a recaer en esa adictiva intimidad? O... ¿será que esta vez podrían amarse de verdad?
Ler maisLa niña mira en dirección al suelo, al tiempo en que juega con sus manitas regordetas y más pequeñas de lo regular. Frente a ella, se encuentra un hombre de ojos verdes y cabello rubio, lacio y peinado con nitidez. Todo en él denota elegancia y autoridad.
Su traje lustre y hecho por diseñadores famosos se ciñe a la perfección al cuerpo esbelto que ahora se encuentra rígido. El rostro atractivo que lo caracteriza luce desfigurado por el enojo y el disgusto.
—De mis dos hijas tenías que ser la más inservible, fea e insoportable. ¿Cómo es eso de que no te has aprendido ni un solo paso de ballet? ¡Eres la burla de la academia! ¿Cómo te atreves a avergonzarme de esa manera, Liliana?
—N-No me gusta el ballet, papá —responde ella con ojitos llorosos.
—¡Me importa un comino si te gusta o no! ¡Te harás la mejor de tu clase o estarás castigada de por vida! ¡¿Me escuchas, niña desobediente?!
Ella asiente mientras trata de retener las lágrimas, puesto que no debe llorar delante de su padre, quien no soporta a las personas débiles e inútiles.
—Ahora, lárgate de mi vista, niña fea —ordena sin mediar esas palabras que tanto daño le hacen a su hija menor.
Ese apodo con el que él la llama muy a menudo y, que su hermana mayor ha imitado, le parte el corazón y la hace sentir muy insignificante.
Ella se dirige a la cocina para ver a la única persona que le muestra afecto en esa mansión, con la esperanza de que ella haya preparado algún postre delicioso que la haga sentir mejor.
—Mi bella, Lilia, ven aquí —la invita mientras jala una silla para que la pequeña se siente—. ¿Por qué estás tan triste, mi niña? —le pregunta con voz dulce y preocupada, al notar el semblante decaído de Lilia.
—Porque papá quiere que yo aprenda a bailar ballet...
—¿No te gusta ese baile?
—No, es muy complicado. Además, todas las niñas de la clase son delgadas y muy bonitas, por lo que se burlan de mí. No quiero ir allá, la profesora me trata feo y me dice gorda.
—¿Le dijiste a tu padre?
—Sí, pero él me dijo que debo rebajar. —Se abraza a sí misma.
—Pero no estás gorda. Eres una niña, así que tu peso está bien para tu edad. Ven, te daré un pedazo de pastel que te hará sentir mejor.
La mujer le sirve una porción grande del postre y se lo pone enfrente. Cuando la niña se lo empieza a comer, siente que su tristeza mengua y el placer dulce la hace olvidarse de las palabras de su padre.
***
Años después...
Ella se mira en el espejo y sonríe, puesto que nunca se había visto tan delgada como en ese día.
A sus diecisiete años, lleva una dieta rígida con sesiones de ejercicios intensas, que la mantienen con las medidas que les exigen los diseñadores de la ropa que usa toda su familia.
Después del desayuno, el chófer las conduce al centro de la ciudad. A una distancia considerable, este vigila a las hijas de su jefe, de manera que no estén desprotegidas, pero que tampoco se sientan cohibidas.
Bajo la observación de aquel hombre entrenado, Lilia, junto a su hermana mayor, Camila; camina por todo el mall para hacer las compras por motivo del viaje que hará la primogénita de su familia al extranjero, donde estudiará su carrera universitaria.
Lilia la sigue con pasos rápidos para poder llevarle el ritmo a su hermana. Esta última compra donde quiera que se detienen, llenando a Lilia de bolsas y paquetes, mientras que ella se encarga de mirar y escoger lo que se llevarán.
Después de que Lilia le ruegue que se detengan en un quiosco que vende bebidas frías y calientes, su hermana entorna los ojos con fastidio y accede a su petición.
—El de ella sin azúcar, por favor —ordena Camila.
Lilia sorbe el capuchino de mala gana porque no soporta beberlo amargo; sin embargo, tiene que ser fuerte para poder hacer ese tipo de sacrificios que la ayudará a mantener un peso ideal y acorde a las exigencias de la familia Rocca.
Ellas empiezan su andar con café en manos, pero como es costumbre, Lilia se distrae, por tal razón choca con alguien a quien embarra con su bebida.
—¡Diablos! —espeta el chico mientras se sacude la remera.
Lilia se queda petrificada en su lugar, al reparar en la belleza de aquel desconocido que parece tener la misma edad que ella.
—L-Lo siento —tartamudea cuando despabila, entonces trata de limpiarlo con la servilleta que le dieron en el quiosco, mas eso no funciona.
—¿Lo estás disfrutando? —bromea él con una sonrisa pícara que la pone muy nerviosa.
Por un momento, se pierde en el azul de su mirada divertida y se atreve a detallar al chico que la ha dejado impresionada con su atractivo.
Sus labios sensuales forman una sonrisa ladina que llama al peligro, mientras que sus ojos celestes la escudriñan como un depredador a su presa.
—Solo te estaba limpiando... —Se muerde el labio inferior
—Yo creo que me estabas tocando —juega malicioso.
—Lilia, ¡mira lo que has hecho! —le reclama su hermana, quien llega hasta donde están ellos y no disimula su impresión con aquel desconocido, así que lo detalla como si este fuera un postre delicioso—. Disculpa... —arrastra la palabra como esperando a que él le diga su nombre.
—Soy Bratt... —responde con coquetería mientras observa a la joven mujer de arriba abajo.
Lilia los mira con decepción, puesto que otra vez su hermana se ha robado la atención del chico lindo y a ella solo le queda mirar cómo estos dos coquetean entre ellos.
—Mucho gusto, Bratt, me llamo Camila. —Le extiende la mano. Él la toma con delicadeza y le besa el dorso. De inmediato, Camila se ruboriza y le sonríe con flirteo.
—¿Cómo te llamas tú, Ojos lindos? —se dirige a Lilia, acción que sorprende a Camila, ya que su hermana menor suele ser ignorada por los chicos lindos cuando ella está presente.
Lilia se pone más roja que un tomate al escuchar el apodo, al tiempo en que las palabras se le traban en la garganta y nunca salen.
—Ella es Lilia, pero es un poco tonta. No tiene importancia que le pongas atención —espeta Camila de forma despectiva, luego lo encara coqueta—. Entonces, ¿intercambiamos números?
Bratt la mira de mala gana.
—No, gracias —responde seco y se va sin añadir más.
Tanto Camila como Lilia se quedan desorbitadas e inertes en su lugar, como reacción al rechazo directo de aquel chico, puesto que es la primera vez que Camila recibe un "no" como respuesta.
Cuando Bratt se entera de lo sucedido con Lilia y su madre, ella no logra convencerlo de que olvide ese asunto, así que Bratt la demanda por daños y perjuicios. Él logra que ella no pueda acercarse a Lilia o su familia con una orden de alejamiento.—Hola, ¿cómo están mis hermosos sobrinos? —inquiere Camila, quien visita a Lilia con regalos para los dos niños.—¡Hola! —Lilia la abraza con una gran sonrisa, luego mira a su sobrina y las lágrimas se le acumulan en los ojos—. ¡Qué hermosa eres!—Hola, tía —dice la niña con timidez. Ella es unos años mayor que Alan.—Eres el retrato de tu madre. ¿Puedo abrazarte?La niña asiente y Lilia la cubre con sus brazos. Ella no puede evitar derramar las lágrimas que le estaban nublando la vista. Se siente tan feliz de por fin conocer a su sobrina. Ya la había visto a distancia varios años atrás, pero tenerla entre sus brazos le parece maravilloso.Alan, muy emotivo de tener con quién jugar, se lleva a su prima al área de juego, dejando a Lilia sola
La tensión se palpa en el ambiente durante unos minutos en los que ambos se mantienen en silencio mientras ella revisa el informe.—¿Ya terminaron? —Es lo único que él logra articular mientras se limpia las lágrimas.—Sí. La recién nacida está siendo revisada y pronto la llevarán a la incubadora. ¿Quiere verla?Bratt asiente por instinto y la mira angustiado.—¿Y mi mujer?—Ella está estable. La están cosiendo. Su obstetra ha decidido llevarla a cuidados intensivos por unas horas hasta que salga de peligro.—¿Hasta que salga de peligro?—Todavía tiene la presión alta, doctor.Bratt suspira nervioso y asiente con la cabeza.La enfermera le pide que la siga y él camina detrás de ella, tembloroso y emocionado a la vez. Va a conocer a su hija. Se le hace tan extraño.Bratt mira a la pequeña que está siendo limpiada y revisada por la pediatra y varias enfermeras; no entiende esa sensación cálida en el pecho, el orgullo y la dicha que le acaricia el corazón.Ella es real y está frente a él.
Un mes y medio después…Lilia divide las ropitas de la bebé y organiza algunos de los regalos junto a Alan, quien la ayuda a poner todo en su lugar.—¿Cuándo manita va a salir de tu barriga, mami? Ya quiero jugar con ella.Lilia le sonríe y extiende sus brazos para que él se acerque. Una vez frente a ella, lo abraza y le da varios besos en la cabeza.—Ya falta poco, pero no podrán jugar todavía porque ella va a estar muy chiquita. Pero cuando crezca un poco más, lo podrá hacer.—Oh... —balbucea un poco decepcionado, pero al instante sonríe—. No importa, mami, yo quiero verla ya. ¿Se parece a mí?—Por supuesto, mi amor. Ella es tan hermosa como tú, mi niño. —Lilia lo vuelve a abrazar. Alan le acaricia la barriga y le da un besito, luego susurra:—Sal pronto, manita, para que juguemos en el parque de juegos que nos hizo tío Bratt. ¡Si vieras lo divertido que es! Pero no quiero jugar solito...Lilia le acaricia el cabello al niño mientras él habla con su hermanita y le da besitos a la ba
Bratt observa a Lilia con expresión asustada. Suspira y, con voz trémula, le dice:—Espero que no te moleste, Hadita, pero no quiero que nuestra princesa nazca fuera del matrimonio. Por eso, me tomé la libertad de buscar un civil para casarnos. Cuando nazca nuestra bebé y estemos listos para hacer una gran boda, celebraremos como teníamos previsto meses atrás.Lilia mira a Bratt asombrada, luego observa a las personas presentes y se da cuenta de que hay un hombre que no conoce, y que supone es el juez.—¿Nos casaremos ahora?—Solo si deseas que lo hagamos de esta manera. Quería consultarlo contigo, pero también quería sorprenderte.Lilia mira a Adrián, quien se encuentra en un rincón de la sala. Él asiente en señal de acuerdo. Luego observa a Serena, quien hace lo mismo, hasta que nota que todos sus amigos están allí para apoyarlos.—Mami, tío Bratt me dijo que traiga los anillos.Alan camina hacia ella con una canastita acolchada, donde yacen los anillos de matrimonio.Lilia, que no
Lilia abre los ojos lentamente, y su mirada desorbitada se encuentra con la de Bratt, cuyo semblante luce cansado y preocupado.—¿Dónde estoy? —pregunta ella, confundida.—Estamos en la clínica. ¿Cómo te sientes?Lilia se queda callada por un rato, escaneando el lujoso lugar con la mirada. En el cuarto hay cuadros bonitos, muebles que supone son para los visitantes, una mesita a su lado, una nevera pequeña y una puerta que parece llevar al baño. La pulcritud y elegancia definen cada centímetro de aquel lugar, que más bien parece el cuarto de un hotel.Tras varios minutos en silencio, solo disfrutando de las caricias de Bratt en el cabello, Lilia recuerda lo sucedido y mira a su novio con pavor.—¿Nuestro bebé está bien? Yo estaba sangrando...Bratt cierra los ojos, apretándolos como si quisiera deshacerse de esa imagen tan horrible. Todavía le provoca escalofríos recordar aquello. Tras un suspiro que lo reconforta, Bratt mira a Lilia con una sonrisa que irradia calma y le frota la ine
Lilia se pregunta cómo pudo alguien envejecer tan rápido, mas una cachetada mental le recuerda lo destructiva que es esa enfermedad. No obstante, ella siente que hay algo más que eso, como si su maldad lo hubiera consumido en complicidad con el cáncer. También ha visto eso en sus pacientes, que no necesariamente padecen la misma enfermedad.Quizás alguien de su rama la reprendería por ese pensamiento, pero ella cree mucho en la justicia divina y las leyes de las consecuencias de los actos.Por eso le costó tanto perdonarse a sí misma.—Liliana, no encuentro las palabras correctas para expresarte lo mucho que me arrepiento. Fui un mal padre, y la vida me ha hecho pagar con lágrimas de sangre mi mal trato hacia ti. Sé que no me merezco tu perdón, tampoco espero que me trates como tu papá, pero sí que sepas que yo estaba equivocado.» Tú eres una mujer bella, inteligente, valiente y auténtica. Estoy tan orgulloso de ti. Me demostraste que no necesitas de mi fortuna, ni mi apellido o infl
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