Charlotte Morgan se casó tres años atrás para cumplir la última voluntad del hombre que la salvó de morir en la miseria. Aceptó ser la esposa del hijo de su protector a quien solo conoce a través de cartas de amor que la hacen suspirar y que han mantenido el amor vivo en la larga espera. No obstante, con la llegada de su esposo, se dio cuenta de que el hombre que ama no es nada de lo que en su enamoradizo corazón creyó a través de sus cartas. Maximilien ni siquiera la mira, no la toca y se burla cada que ella trata de tener una muestra de cariño para con él. El hombre con el que se casó y el hombre que le juró amor en las cartas parece no ser el mismo y Charlotte no entiende nada. Sin importar cuán duro , ella está enamorada y dispuesta a mantener su matrimonio al costo que , obligándose a no claudicar con cada herida que su esposo le propicia.
Leer másDos años atrás.
—¿Por qué no te calmas, estás muy nerviosa? —dijo su hermana mayor, River, con un deje de molestia—. Eres la novia más fastidiosa que conozco, actúas como si te estuvieras casando con un príncipe.
—Lo siento, respondió Charlotte y sonrió a su hermana. Estoy tan emocionada y para mí si es un príncipe. Maximilien Peterson es el mejor hombre del mundo —respondió con aire soñador y lanzó un chillido de emoción que hizo a la otra hacer un gesto de desagrado—. Voy a casarme con el hombre más maravilloso que existe. ¿Crees que no es suficiente motivo para estar feliz?
—Querida, ni siquiera lo conoces, nunca lo has visto y todo lo que has recibido de él en meses, han sido esas ridículas cartas —añadió su hermana—. ¿No te has preguntado la verdadera razón por la que decidió casarse contigo? ¿Qué sabes tú si su padre lo obligó a aceptar tu mano en matrimonio?
—Max dice que me ama —insistió la menor de ellas—. Tal vez, como yo, lo hizo para darle tranquilidad a su padre mientras agonizaba en su lecho, pero claramente me ama y lo sé perfectamente, no vas a hacerme pensar lo contrario. Es claro que desde que Robert Petterson murió ha sido diferente para nosotras, fuimos sus protegidas desde que nuestro padre murió y con nuestra presencia llenamos el vacío que sentía luego de que su hijo partió al extranjero. Aun así, nos amaba y cuidó de que no termináramos en la miseria.
—Lo sé, es solo que me desconcierta que su hijo ni siquiera se haya presentado a su funeral, que simplemente nos haya dejado aquí como si nada y peor aún, que haya aceptado el matrimonio —aseguró River—. Algo no me gusta. Además, nunca entendí por qué te eligió a ti.
—El señor Maximilien fue quien eligió a la señorita —declaró el ama de llaves, quien se tomó el atrevimiento de hablar—. Supongo que, sus razones tendrá. La idea de contraer matrimonio con la señorita Charlotte vino de él y al señor Peterson en paz descanse, le hizo muy feliz la idea.
—¡Lo ves! —dijo Charlotte—. No importa y la verdad es que no sé de qué te quejas, cuando la propuesta llegó, estabas recién casada con tu esposo. Por cierto, ¿por qué nunca está contigo? ¿Vendrá a la boda?
—No vendrá. Ya estamos separados, pero no quiero hablar de eso ahora —anunció River de mala gana y viendo la cara de susto de su hermana—. Hablaremos de esto después. Ahora apresúrate, ya debe estar abajo y la gente está esperando.
Afortunadamente para ambas, pronto apareció el abogado de la familia y les pidió que bajaran puesto que el juez estaba listo y no había motivo para demorar la ceremonia.
Charlotte se miró al espejo y bajó emocionada junto a su hermana, viendo a la gente esperar por ellas y sosteniendo su ramo en las manos con toda la ilusión de una mujer que está feliz de convertirse en una esposa.
El juez estaba en su lugar y dándole la espalda, se encontraba, quien Charlotte asumía, era su novio Maximiliane.
Los nervios le apretaron el estómago. Se sintió emocionada de por fin conocer al hombre que llevaba meses escribiéndole cartas tan bellas, así que, emocionada, miró a su hermana y esta le dio una sonrisa tenue antes de alejarse e ir directamente a su lugar para que ella continuara los últimos pasos hasta el altar.
El calor que se apoderó de sus entrañas se acrecentó aún más en Charlotte, quien suspiró, pasó las manos por su lujoso y hermoso vestido y caminó hacia el juez antes de detenerse de golpe cuando vio al hombre girarse.
Un sujeto de aspecto de matón le observó. Tenía una enorme cicatriz en el rostro y al verla, la recorrio de arriba abajo.
—Señorita Charlotte —dijo el sujeto—. Mi nombre es Michael Watson, abogado del señor Maximilien Peterson. Le he entregado al juez el poder para ser yo quien firme el acta nupcial.
—¿De qué habla? —preguntó la joven.
—Mi cliente ha decidido que esto sea un matrimonio por poderes —continuó diciendo el abogado—. Es decir, de acuerdo con la ley, no necesita estar presente para casarse, para eso estoy yo aquí con el debido documento ante el juez, lo que me da a mí el poder de firmar cualquier documento en nombre de mi cliente, incluyendo su acta de matrimonio. No era necesario hacer una ceremonia, creí que le habían avisado. Llamé hace semanas para informar la situación y esperaba encontrarme con su abogado para que firmara por usted. No esperaba esto. —Charlotte le observó con los ojos llorosos—. Me temo que hubo falta de comunicación y la persona que me respondió, no le hizo saber el procedimiento.
Al ver que no hablaba en absoluto y que el abogado de difunto viejo Peterson revisaba el documento y veía la firma estampada de su homólogo, solo miró a Charlotte y asintió para dejarle claro que estaba todo en orden.
—El documento es legal y solo tu falta tu firma —dijo a Charlotte y miró al litigante de Maximilien, quien le dio una sonrisa de agradecimiento.
—¿Me está diciendo que solo debo firmar para estar casada, pero que mi esposo no consideró importante presentarse a su propia boda? —cuestionó la joven con la mandíbula tensa—. No firmaré nada.
—Me temo que no es opcional —respondió Michael, el litigante—. Usted firmó hace meses un contrato en el que se comprometía a desposar a mi cliente, a cambio de recibir una compensación monetaria efectiva luego de tres años de matrimonio, de incumplirse ese contrato, me temo que tendremos una disputa en la corte. —Le entregó el documento que Charlotte no recordaba haber firmado.
La joven se sintió enferma, pero por recomendación de su abogado y de su hermana, aturdida ante todas las cosas que escuchaba, gritó y estampó su firma en el contrato de matrimonio, desposando a Maximilien y saliendo del lugar corriendo hacia la planta alta.
No dejó que nadie le explicara nada, solo se fue y su hermana se vio enviando a todos fuera, diciendo que no habría recepción.
Los corrió a todos, inclusive a los abogados, quienes dijeron que llegarían el siguiente día.
Una vez a solas, River no pudo negar que sintió algo de gozo después de haber humillado a su hermana. Fue ella quien recibió la notificación del abogado del prometido de Charlotte, pero no la hizo llegar al suyo; al contrario, alentó a la más joven a preparar una fiesta e invitar a la gente.
Se sintió tan bien de verla sufrir, después de todo, a sus ojos, el viejo debió elegirla a ella y no a Charlotte para ser la esposa de su hijo.
River creía que ella se merecía ser la esposa del heredero Peterson y no Charlotte.
Se dio la vuelta y fue al despacho para servirse un trago.
Se encontró con Max, su antiguo amante, en el sillón principal. Lo había dejado meses atrás para casarse con otro hombre, pero al final todo salió mal puesto que su esposo al igual que ella, no tenía un centavo y se había casado con ella para salir de la banca rota. Así que su divorcio estaba por cumplirse y tendría que buscar un nuevo esposo, esta vez, cerciorándose de que fuera millonario de verdad.
—¿Cómo entraste aquí? —preguntó.
—No pido autorización para entrar en mi casa, River —declaró el hombre con ese tono profundo que lo caracterizaba y ella se mostró confundida ante la declaración—. Soy Maximilien Peterson, el hombre al que dejaste para casarte con otro sin siquiera avisar.
—¿Qué? —inquirió River—. Dijiste que te llamabas Maximilien Waller.
—Es el apellido de mi madre, no me gusta el Peterson —aclaró mientras ella empezaba a transpirar al verlo burlarse—. Me traicionaste a pesar de que dije que te amaba, pero bueno, no importa, ya soy un hombre casado y nada menos que con tu insípida hermana, supongo que es otra igual que tú. No me creo eso de que, de pronto le nació el amor por mí y terminó enviándome cartas de amor ridículas, ¿pero qué relevancia tiene ahora? Ninguna, ¿cierto? Sin embargo, quise estar aquí para decirte de frente que voy a hacerte pagar la traición, empezando con destrozar a tu única hermana.
Cuando el taxi se detuvo frente a su casa, pagó el servicio y se bajó del auto. La vecina de enfrente le miró mientras salía con su coche y ella fingió que nada pasaba, así que se acercó a la verja.Notó que no tenía los candados electrónicos, lo que le hizo pensar que el jardinero al no saber nada, los había quitado puesto que salía a dar mantenimiento.Se adentró en la casa y recorrió hasta la entrada. Abrió la puerta y se metió.Jamás aquella casa le había parecido tan solitaria y lúgubre, pero ahí estaba, mirando el sitio que era su hogar y más bien empezaba a parecerse una casa de locos, extraña para ella misma.Vio el celular de su esposo y fue hacia el objeto, lo tomó en sus manos, pensando si debía o no revisarlo, pero se dijo que la manera en que tenía de conocer los secretos de cada uno, era precisamente a través de ellos. Rogó que no tuviera contraseña y para fortuna suya, no fue así.Vio el mensaje de Magdiel y lo leyó:«Charlotte va para tu casa, no seas estúpido, deja que
Con la plena seguridad de que su amiga no se molestaría ni le reclamaría por haber visto las fotos sin permiso y luego de quedarse un poco sorprendida por su actuar cuando le contara lo que había pasado, no pudo evitar que las alarmas se dispararan y formaran un poco de duda. Era como si su amiga no estuviera sorprendida de los hechos o más bien, como si quisiera hacerla disuadir.Aquello para ella fue un pincho en el corazón, pero no quería pensar mal de Magdiel, aun así y, a pesar de que Charlotte era consideraba su mejor amiga, algo le instaba a buscar, por ello y luego de darse cuenta de que no habría nada que ella pudiera ocultarle, decidió ver los recuerdos de su amiga, abrió el álbum para ver los recuerdos de Magdiel. Se encontró con muchas fotos en varias etapas de su vida y en diversos lugares. Sonrió y al mismo tiempo pasó las páginas rápidamente, dando un vistazo a cada foto y se detuvo cuando una de ellas atrajo su mirada. Era Magdiel, abrazada a River, su hermana. Le so
—No hay nada que me haga pensar que usted necesita ayuda de la que creo que imagina que yo estoy intentando darle —añadió Marcus en su defensa—. Mis intenciones, no soy aprovecharme de usted para hacerle creer que necesita un protector. En realidad, es solo estoy haciendo lo que cualquier ciudadano habría hecho, ofrecerle ayuda para que pueda ir con bien.—Como ya le dije, puedo pedir un taxi para ir a la casa de una amiga —replicó Charlotte, pero en el fondo le acompañara. —¿Y por qué no lo pidió? —inquirió Marcus a sabiendas de que el taxi pudo llegar hasta su casa si pagaba lo suficientemente alto como para que rodeara la propiedad por la carretera principal; no obstante, era claro que fue echada sin dinero y tendría que caminar.—Eso no es de su incumbencia —contestó ella y siguió su camino. Marcus suspiró y se arrepintió de ser partícipe del juego de su amigo, pero en el fondo sabía que a Maximilien algo le provocaba leer sus cartas y correos, no en vano los leía más de una vez
La arrastró del cabello por el vestíbulo y frente a la servidumbre, quienes sintieron un poco de pena de ver la furia del hombre desatarse.Maximilien abrió la puerta principal para posteriormente tirar de su cabello de Charlotte hasta hacerla caer y arrastrarla de la entrada hasta la verja que daba a la calle, abrió y la lanzó sobre la acera, a gritos, con un escándalo que despertó a sus más cercanos vecinos, quienes curiosos se asomaron por sus respectivas ventanas a mirar lo que pasaba. Era medianoche y ni siquiera le dejó sacar su bolso para obtener dinero. Sin importarle, incluso, lo que pudiera pasarle siendo tan tarde.Afuera, los vecinos comenzaron a encender sus luces, con descaro y, luego de escuchar el escándalo, sobre todo porque Maximilien gritaba para que todos escucharan, como si esa fuera su intención.Charlotte no pudo más que llorar de la vergüenza que sentía, ahí tirada en la acera, con la ropa sucia, despeinada y avergonzada sintió que quería morirse al ser el centr
—Dímelo tú —replicó su marido intentando no perder la compostura ante lo que él consideraba el cinismo de su esposa—. Mi viejo padre me odió toda su vida, no me quiso nunca, no importa cuando engañara a todos, las cosas fueron así. Me obligó a casarme contigo bajo la amenaza de que me desheredaría para dártelo todo y yo no soporté tantos años sus desplantes y maltratos solo para quedarme sin nada.—Él dijo que tú lo habías pedido —corrigió la joven, quien para ese momento no entendía nada en absoluto—. Tu padre dijo que eras tú quien deseaba sentar cabeza y que me habías sugerido como potencial esposa.—Qué estupidez, ¿por qué habría de desear como esposa a una usurpadora? ¡Mintió como siempre! —gritó enojado y ella retrocedió ante la furia de sus palabras—. Yo estaba con tu hermana y sabía que él nunca lo apoyaría, porque así era el cascarrabias, no aprobaba nada que yo quisiera, incluso si era bueno.—Es que todo esto no tiene sentido. —Charlotte sollozó sin poder contenerse.—Da igu
Maximilien bebió el licor sin darse cuenta de nada, mientras tanto, Charlotte miró a ambas mujeres quienes atendían a su esposo sin importarle lo humillante que era para ella y mucho menos sin tomar en cuenta cómo podía sentirse de verlas ahí. Por su parte, Marcus estaba dormido en el sofá, producto de la terrible borrachera que traía encima, por lo que la mujer que le acompañaba tuvo que alejarse y en ese momento prestaba atención a Maximilien, el único que se mantenía en pie de los dos; lo besaba y le prodigaba toda clase de caricias gimiendo de manera exagerada con cada rose del hombre, a tal punto que Charlotte se vio rodando los ojos ante la, tan mala, actuación que estaba dando en ese momento. Se retiró de nuevo a la cocina y solo se detuvo unos segundos al ver que las mujeres estaban prácticamente semidesnudas, una de ellas, incluso, tenía los senos al aire y su esposo le daba toda su atención a las tetas de la suelta mujer, misma que no podía ser de otra manera más que vulgar
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