El sol de la mañana de la Junta de Emergencia y la victoria sobre Marcus se sentían distantes, para Ariadna, ahora sentada en el silencio sepulcral de la oficina de Ethan, solo existía una verdad: Elena Rostova había orquestado el accidente de tráfico que mató a Lila Gómez.
Se recostó en la silla de cuero, cerrando los ojos, la prueba de que el accidente no fue un error, sino un ataque, hizo que el dolor de cuatro años atrás volviera a inundarla, el recuerdo se desplegó como un carrete de película desgastado.
Cuatro años y tres meses atrás.
La primera Lila había sido su hija, pequeña, de cabello oscuro y ojos increíblemente grandes, Lila era la luz que Ariadna había creado en un matrimonio sin amor, su existencia no había sido planificada, sino una bendición inesperada que había llenado los rincones vacíos de la vida de Ariadna.
El dolor había comenzado de forma silenciosa, un día, Lila, de apenas tres años, se había despertado con fiebre alta que no cedía, el diagnóstico de los médic