El día después del parto fue un torbellino de emociones.
Zendaya, con dos dias en el hospital, había pedido volver al apartamento para sentirse en casa, rodeada de los olores y colores que le daban seguridad. Los médicos accedieron, bajo la condición de que Jean y Leo estuvieran atentos a su cuidado.
El coche negro que los recogió en la clínica apenas había entrado al estacionamiento subterráneo del la torre de apartamento en donde vivian cuando los flashes estallaron como un enjambre de luces enceguecedoras. Alguien firtró la noticia de que Jean habia asistido al parto de sus hijos, aunque nadie sabe quien es la madre, ni cuando se habrá casado. O si es algo que sucedió accidentalmente o si la noticia era falsa. Pero al verlo llegar con una omega, otro alfa, su chofer y tres recien nacidos parte de la historia tomaba forma.
—Mierda, yo bajare primero. Vayan directo al ascensor —les dice Jean que iba de copiloto junto a marco su chofer.
—De acuerdo, yo llevare a Gerald y a Galileo. Z