Del otro lado de la calle, vio a un sujeto con una camisa de cuadros color crema y pantalones casuales blancos. Era Francisco. Salía de un centro comercial. Leo no lo dudó y cruzó la calle para alcanzarlo.
—¡Francisco!
Francisco, que se dirigía al estacionamiento, se detuvo. Se giró y vio al hombre de pelo largo y aspecto andrógino corriendo hacia él. Lo reconoció al instante: era el que estaba con ese tipo. Lo ignoró y siguió caminando.
—¡Oye, te estoy hablando! —exclamó Leo, molesto, y lo tomó del brazo. Hoy todo el mundo parecía querer ignorarlo.
—¿Qué se te ofrece? —dijo Francisco, con mueca de disgusto. No quería tener nada que ver con nadie relacionado con lo que pasó ese día.
—Yo… quería pedirte perdón. —Leo forzó una sonrisa. En realidad, sí se sentía mal por Francisco. No quería lastimarlo.
—Ya me enteré. Si no hay nada más, ¿me permites retirarme? —dijo Francisco con una expresión de indiferencia, y continuó su camino.
—Compraste algo, ¿eh? ¿Qué es? —Leo decidió ignorar su a