Leo se quedó pasmado al ver a Valeria cruzar el control de seguridad. De repente, una extraña soledad se apoderó de él.
—Es una buena chica.
Se giró, incrédulo, y se encontró con la expresión inusualmente seria de Alfredo. El impacto de esa mirada lo dejó sin palabras por un instante.
—Sí, la verdad es que sí lo es.
Su voz salió apenas como un susurro.
—Vámonos, regresemos juntos. No traje carro, así que me llevas.
Desde el asiento del copiloto, Leo observaba el perfil de Alfredo mientras este conducía. Hoy se veía diferente, con un aire de madurez que no le había notado antes. En el fondo, no era un mal tipo.
—¿Tengo algo en la cara?
La pregunta de Alfredo sonó divertida.
—Eh... no, nada.
Leo bajó la mirada, avergonzado, pero al instante sintió que se veía ridículo y volvió a levantarla.
—Es solo que... no sabía que esta ciudad fuera tan chica. Me he topado contigo varias veces hoy.
—Ah, es que vine a despedir a una amiga, fue pura casualidad.
Alfredo casi se mordió la lengua al deci