Era de esperarse que Rubén y Francisco se fueran, pero no pensé que lo harían tan rápido. Rubén simplemente me llamó y me dijo: “Te encargo la empresa por ahora”, y luego desapareció por completo. Se acabaron mis días de ocio. Seguramente en otra vida me quedé en deuda con Rubén, porque en esta me tocó matarme trabajando para él.
Ese Alfredo no dejaba de molestarme. No sé qué se trae entre manos. Aunque tengo una ligera sospecha, he decidido ignorarla. Hay cosas que es mejor no decir.
Estaba escribiendo en la computadora cuando recibí un correo. Lo abrí con curiosidad y me quedé de una pieza. Eran fotos de Francisco y Rubén en una plaza, observando las palomas. Se veían tan bien juntos, en perfecta armonía. Una foto tras otra, solo ellos dos. Cuando vi que llevaban anillos idénticos en las manos, sonreí hasta que se me achinaron los ojos. ¡Se habían casado!
Justo en eso, sonó el teléfono. Contesté gritando:
—¡No puede ser! ¿Así que se casaron y ni a mí me invitaron? ¡Y yo que tanto lo