—Francisco, con saber que alguna vez me quisiste, me doy por satisfecha. Al menos lo que sentí por ti no fue en vano.
Bianca sonrió con una dulzura y melancolía.
—Con eso es suficiente.
—Bianca… —la llamó Francisco con urgencia.
Sintió cómo la mano de ella se deslizaba lentamente de la suya. Luego, la vio darse la vuelta y comenzar a alejarse sin prisa, sin mirar atrás.
La mujer a la que alguna vez amó con toda su alma, ahora lo abandonaba. Francisco abrió las manos, contemplando el vacío. ¿Qué había logrado conservar y qué había perdido? Se preguntó si todo aquello había valido la pena.
—Francisco…
La voz de Rubén interrumpió sus pensamientos. Sabía que no debía acercarse en un momento así, pero no pudo evitarlo. Tras terminar sus asuntos en la oficina, regresó y, al no encontrarlo, lo invadió el pánico, temiendo que se hubiera marchado para siempre. Lo buscó por todas partes hasta que dio con él. Ver su cara pálida y devastada le sacudió el alma.
—Llegaste —murmuró Francisco, girand