—Sí, voy contigo.
Apenas lo dijo, recordó que ya tenía un trabajo y se apresuró a añadir:
—Bueno, tendría que pedir permiso en el trabajo. Avísame cuándo exactamente para hablar con Francisco y pedirle los días.
—De acuerdo —asintió él, visiblemente contento.
—Perfecto, entonces así quedamos. Y gracias… por preocuparte tanto por mi hermana.
—Bianca, yo… —quiso explicarle Efraín.
Pero vio que ella ya se alejaba y corrió para alcanzarla.
—¿A dónde vas ahora?
—De regreso al estudio de diseño.
—Yo te llevo.
—No hace falta, puedo ir sola.
—Dije que te llevo y punto. Eres mi esposa.
Efraín la tomó del brazo con firmeza. La determinación en su mirada la dejó desconcertada.
Caminó en silencio a su lado, en dirección al carro, con una expresión hermética.
“Soy tu esposa…”.
Soltó un leve suspiro.
“¿Por qué esas palabras me suenan tan vacías?”.
…
Afuera de la mansión de Rubén, un BMW negro llevaba mucho tiempo estacionado. Adentro, Francisco se sentía inquieto, haciendo algo que no había hecho e