Bianca examinaba con calma las prendas de muestra que ya estaban terminadas, mientras esperaba la llegada de Francisco. Al escuchar el sonido de un carro afuera, alzó la vista de inmediato y lo vio bajar para caminar directamente hacia el estudio.
—Jefe, ¿se puede saber qué andabas haciendo? ¿Cómo que no te quedaste a hacerle compañía a Bianca? —se le acercó Linda con aire juguetón.
Bianca se sintió un poco incómoda y permaneció de pie detrás de él, con las manos a los costados. Francisco se recompuso y le dio una palmada cariñosa en la cabeza a Linda.
—Ya, no seas latosa. Ándale, a trabajar.
Linda le guiñó un ojo en un gesto pícaro y, tras darle un empujoncito juguetón a Bianca, anunció:
—Bueno, los dejo para que hablen.
Dicho esto, dio media vuelta y subió las escaleras.
En cuanto Linda se fue, un silencio incómodo se instaló entre ellos. Bianca levantó la cara para mirarlo.
—¿Ya te desocupaste?
—Sí. Perdón, Bianca.
—No te preocupes. No pasa nada. —Bianca dudó un instante antes de a