"Me casé con el comandante" cuenta la historia de Aria, una joven loba de la manada Luna Menguante, cuya vida da un giro inesperado al verse forzada a llevar a cabo una misión diplomática que nadie quiere: debe convencer a la temida manada Sombra Nocturna de renovar un antiguo tratado. Sin mucha fe en sus habilidades ni respaldo de su familia, Aria se embarca en esta peligrosa tarea, pensando que la han mandado a un sacrificio disfrazado de misión. Sin embargo, en medio de intrigas y desafíos, termina casada con el imponente comandante de Sombra Nocturna, un guerrero tan serio como feroz. Su llegada a la nueva manada marca el inicio de una serie de aventuras, peligros y desafíos que la harán cuestionarse sus propias fortalezas y su lugar en el mundo.
Leer másSEIKUn silencio sepulcral cayó sobre la sala.El vampiro dio un par de pasos más, lentos, como si el tiempo mismo se encogiera ante su presencia. Sus botas no hacían ruido, pero su aura lo llenaba todo: pesada, fría, sofocante. Su mirada se detuvo en el cuerpo sin vida de Lucciano, aún con los ojos abiertos, desorbitados por la muerte.—Oh, vaya… —murmuró el vampiro con voz sedosa, dejando que la ironía se deslizara como veneno—. Parece que no todos están disfrutando de esta fiesta... Loren soltó una carcajada baja, casi divertida, mientras se cruzaba de brazos.—No importa.– dijo sin un atisbo de remordimiento—. Yo soy el nuevo Alfa ahora. Cornelio enarcó una ceja, divertido, como si observara a un cachorro jugando con fuego. Paseó la mirada por los asistentes: soldados heridos, cuerpos de rogues, polvo, sangre… caos. Nadie se atrevía a moverse. Nadie osaba respirar más fuerte de la cuenta.Lo observé con los músculos tensos, cada fibra de mi cuerpo lista para la batalla… y al mism
SEIKCaminé detrás de mi padre, con cinco de nuestros guerreros flanqueándonos mientras avanzábamos por el pasillo que conducía a la sala de reuniones. Cada paso retumbaba con una tensión espesa. Ambos sabíamos que esto no sería una charla cordial; era el momento de poner las cartas sobre la mesa.Mi lobo estaba inquieto, en guardia. Este lugar no le gustaba. A mí, mucho menos.Lucciano, el Alfa de Luna Menguante, nos recibió con una sonrisa que no le alcanzaba los ojos. A su derecha, su hijo se sentaba con los brazos cruzados, escupiendo arrogancia por cada poro. Mientras tomábamos asiento, mis ojos se fijaron en los guardias y guerreros a los costados del salón. No reconocía a ninguno de ellos. No llevaban ningún símbolo de la manada. Sus ojos eran fríos, demasiado oscuros. Y su postura… no era un lobo entrenado. Su olor me resultaba familiar. Áspero. Irregular. Se asemejaba demasiado al de los Rogues.—Bienvenidos a Luna Menguante —dijo Lucciano con una sonrisa falsa—. Qué sorpre
ARIA El hombre lobo apenas termina su amenaza cuando Jasper se lanza como una bestia liberada, garras por delante. El sonido del impacto es seco y brutal: carne siendo rajada, sangre repiqueteando... El hombre lobo apenas alcanza a gritar antes de que Jasper lo empotre contra un árbol, clavando sus garras en el pecho con tanta fuerza que la sangre salpica en todas direcciones. Pero no estamos solos. Dos guardias se abalanzan sobre Jaster, pero Kiro los intercepta a duras penas, sus brazos transformándose en zarpas negras. Se mueve con velocidad letal, cortando el aire y dejando a uno de los atacantes en el suelo, aullando de dolor. El tercero va hacia mí, mientras el cuarto se dirige a mi maestro. Mi pulso se acelera. Aprieto los dientes. No tengo tiempo para pensar. Solo actúo. Esquivo el primer ataque, una garra dirigida directo a mi cuello, y contraataco con una patada giratoria que lo lanza hacia atrás. El tipo ruge y vuelve, más furioso. Me agacho justo a tiempo para evita
ARIAMe dolía todo. Literalmente todo. Incluso partes de mi cuerpo que ni siquiera sabía que existian.Como si me hubiera arrollado una manada de vacas… o mejor dicho, un Seik terco y muy entusiasta que decidió ignorar por completo el concepto de “descanso nocturno”.Eran las cinco de la mañana y yo estaba completamente desnuda, anclada a su cuerpo como un koala. El sudor resbalaba por su piel, marcando cada fibra de sus músculos. Sus brazos, tensos y firmes, me sujetaban por debajo de los muslos manteniendo mis piernas abiertas para él. Me sostenía con facilidad, como si no pesara nada, mientras mis piernas lo apretaban con fuerza alrededor de la cintura, recibiendo cada embestida sin escape posible.Hacía lo que quería con mi cuerpo. Me alzaba sin esfuerzo, me apretaba, me mordía… En sus brazos me sentía como una muñeca, pequeña e indefensa, aunque no era precisamente una mujer loba liviana.Sus embestidas estaban siendo tan salvajes que arrancaban de mi garganta gritos ahogados. Su
SEIK Preciosa. Preciosa. Preciosa. Es la hembra más hermosa que he visto nunca. Su lengua rodeó mi dedo y mi entrepierna se puso aún más dura. ‘ Tengo ganas de f***me su boca…’ Ella no dijo ni una palabra. El olor de su excitación me estaba volviendo loco, nublándome los pensamientos. Me encanta cuando aprieta los muslos...para contener su excitación. La desesperación me dominó y agarré uno de sus pechos, apretándolo con fuerza antes de pellizcarle el pezón. Gritó. Y yo sonreí, satisfecho, con esa malicia que solo ella lograba sacarme. Se sonrojó al instante, y ese rubor la hizo ver aún más deseable. —¿No crees que merezco una recompensa? —murmuré, sin apartar la mirada—. He estado preocupado…muy preocupado. Tan preocupado que no he podido tomar bocado. Tragó saliva. Me sostuvo la mirada unos segundos... y luego bajó la vista hacia mi hombro. Su boca se posó sobre la cicatriz que cruzaba mi piel, la misma que yo evitaba mostrar. Sus labios la besaron primero con cuidad
ARIA—Comandante… —mi voz salió apenas en un murmullo.Seik hizo una mueca de dolor, su mandíbula se tensó.—¿Se puede saber por qué has venido sin decirme nada?—Quería ver a mi madre… y no pensé que te molestaría.—Querías ver a tu madre —repitió lentamente, con escepticismo—. A ti te pasa algo más… Melia me dijo que estabas rara y que discutiste con la loba solitaria.—Gema… —murmuré, bajando la mirada—. No tienes de qué preocuparte.Seik apretó la mandíbula, impaciente.El corazón me latía demasiado rápido. Mis manos temblaban. Él avanzó, y yo retrocedí instintivamente.—¿Qué es lo que te preocupa? Dímelo —ordenó, su tono duro y tenso.Mi silencio lo exaspera. Antes de que pudiera reaccionar, sus manos atraparon mis brazos y me sacudió un poco.—¡Habla conmigo! ¿Por qué me estás evitando?—No me gusta…Me enjauló con su cuerpo.—Dímelo, m*** sea. —Su voz subió de golpe, y antes de darme cuenta, su puño se estrelló contra la pared.—No hablas conmigo...El sonido seco del impacto h
ARIAEl agotamiento me pesaba como una losa. El viaje había sido largo y la discusión con mi padre me había dejado hecha pedazos. Apenas había tenido tiempo de respirar cuando una sirvienta llamó a la puerta con una orden:—A las nueve, baja al salón a cenar.Genial. Justo lo que me faltaba."Cenita en la mansión del Alfa Lucciano... como si no tuviera suficiente con este día de mierda."Con fastidio, me vestí y me dispuse a ir al salón. Pero antes de llegar, una voz cargada de burla me detuvo en seco.—Vaya, vaya… pero mira a quién tenemos aquí. La putita del gran Comandante de Sombra Nocturna.—dijo con sorna.Loren.Su sonrisa era puro veneno. A simple vista, su rostro tenía una belleza afilada, pero a mí siempre me había parecido repulsivo. Quizás porque conocía la podredumbre que se escondía detrás de sus rasgos perfectos.Le lancé una mirada de desprecio y seguí caminando. No tenía energía para discutir. Pero él no iba a dejarme ir tan fácil.Un segundo después, sentí su presen
ARIAUna inquietud inesperada me alcanzó a medida que nos acercábamos a la entrada del territorio de Luna Menguante.Los centinelas, de pie en sus puestos estratégicos, nos miraron con desconfianza tan pronto como nos vieron. Sabíamos que no seríamos bien recibidos, pero aún así, sentí un escalofrío recorrerme la espalda.Uno de los centinelas levantó la mano y, con un gesto autoritario, nos indicó que nos detuviéramos. No tardó en sacar su comunicador, y pude escuchar a lo lejos cómo llamaba a su superior, informando de nuestra llegada. La tensión aumentó en el aire y, aunque Jasper y Jiro se mantenían en silencio, podía notar su incomodidad. A mí, sin embargo, me invadió una mezcla de ansiedad y preocupación.A medida que avanzábamos por lo que antes era mi territorio, Jasper y Jiro no podían evitar mirar constantemente a su alrededor, nerviosos. Yo también lo sentía, esa extraña sensación de que alguien nos estaba siguiendo. —Parece que no les gusta nuestra visita sorpresa —murmu
SEIK Los últimos días habían sido agotadores. Reuniones, entrenamientos, misiones en el bosque ,asuntos administrativos… Apenas había tenido tiempo para respirar y mucho menos para dormirmás de dos horas. Pero, aun con todo ese caos, mi mente siempre encontraba la forma de desviarse hacia ella. Aria. Me gusta estar con ella. Me gusta la forma en que llena los espacios sin esfuerzo, la manera en que su mirada se enciende cuando discutimos, el sonido de su risa cuando habla con el pequeño. Me gusta verla en mi cama. Estos últimos días habían sido jodidamente largos sin ella en mi cama. Estaba sumido en mis pensamientos cuando una voz me sacó de golpe. —Hermano... Me detuve y me giré. Melia estaba ahí, con los brazos cruzados y una expresión seria en el rostro. —¿Qué pasa? —pregunté, sin paciencia para rodeos. —Es sobre Aria. Mi atención se afiló de inmediato. —¿Qué ocurre? Melia suspiró, como si no estuviera segura de cómo decirlo. —La he notado extraña estos días. Se ve