—Pagarás por todo esto —repitió Anthony, pero esta vez su voz sonaba diferente, como si el peso de sus propios pecados también se estuviera acumulando sobre él.
Sofía sonrió, una sonrisa rota y amarga, consciente de que su destino ya estaba sellado. Pero en el fondo, ella sabía que había plantado una semilla de duda en el corazón de Anthony, una duda que lo perseguiría por el resto de su vida.
—Tarde o temprano, Anthony... todos pagamos por nuestros pecados —susurró.
Con esas palabras, el silencio cayó en la mansión. Y aunque Anthony se mantenía firme frente a ella, sus pensamientos estaban llenos de sombras y remordimientos, sabiendo que, aunque Sofía recibiría su castigo, la verdadera redención para él sería mucho más difícil de alcanzar.
Anthony no podía soportar ver ni escuchar un segundo más a Sofía, esa mujer viciosa y traicionera que había destruido tanto. Su mirada, llena de rabia contenida, se clavó en ella mientras le daba una última orden a sus hombres.
—Llévensela al sótan