El aire se volvió denso, y por un momento Anthony no supo qué hacer. Había imaginado este escenario en su mente muchas veces, pero nunca había estado preparado para enfrentarlo.
—¿Es usted mi papá? —repitió el niño, con esa inocente curiosidad que solo los niños poseen, y que perforaba el alma de Anthony.
El silencio que siguió fue insoportable. Anthony intentó hablar, pero las palabras se le atoraron en la garganta. Este era su hijo, la razón por la que seguía existiendo, pero también el recordatorio viviente de todo lo que había hecho mal. No podía responder, no debía responder.
—Tu mamá… —intentó decir, pero se detuvo. ¿Qué podía decirle? ¿Que su mamá lo había protegido de él, y con razón? ¿Que su verdadero padre estaba más cerca de un monstruo que de un héroe?
El niño no se movió, su pequeña figura en pie con una firmeza que desafiaba su corta edad. En su mirada no había miedo, solo la búsqueda de una verdad que lo llamaba desde dentro.
—Yo... no debería estar aquí —dijo Anthony f