Cinco años habían pasado desde aquel día en el que Katherine había decidido finalmente tomar control de su destino. Ahora, la casa de los Marsh estaba llena de risas y alegría mientras todos celebraban el quinto cumpleaños del pequeño que se había convertido en el corazón de la familia.
El niño, con su cabello negro rizado, ojos azules brillantes y piel blanca, corría por el jardín, riendo a carcajadas mientras sus tíos Oscar y Malcolm jugaban con él, persiguiéndolo con entusiasmo. Su abuelo Stanley y el viejo Gregory, siempre más reservados, se mantenían cerca, observando con una sonrisa de orgullo. Ambos habían pasado de ser hombres de negocios serios y controladores a abuelos completamente entregados, mimando al pequeño sin límite. Era evidente que el niño era el consentido de todos, pero nadie lo consentía más que su padre, Héctor Corbin.
Héctor, con los ojos llenos de amor, observaba a su hijo mientras lo levantaba en el aire entre risas. El vínculo entre ellos era irrompible, un