CAPÍTULO TRECE

—¿Clara porque tienes la ropa de mi papá?, ¿Por qué tus piernas son tan suavecitas y no como las de papá? — Su curiosidad y observación estaban logrando que ambos nos pusiéramos inquietos. Luna estudiaba cada parte de ella, comparándola conmigo.

—Bueno, pequeña, ve a desayunar. Hoy es un día especial, y prometí hacer tus panqueques favoritos, ¿verdad? —le dije, tratando de sacar a Clara de ese momento, que parecía estar abrumándola. Y escapar de las preguntas de mi pequeña.

Luna se despidió de Clara con un beso en la mejilla, camino hacia mí comportándose como la bebé consentida que era y salió corriendo hacia la cocina, dejándonos a solas en mi sala.

Clara suspiró y me miró con una expresión seria. Se acomodó la remera en un intento de cubrirse más las piernas, sentándose en el sillón y se llevó una mano a la frente.

—Tranquila, no fue gran cosa...— lo dije, en vez de solo pensarlo, recordando el caos del baño.

—No entiendo cómo llegué aquí ni cómo terminé… —empezó a decir, pasándose
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