—¿Pasó algo malo, Hana? —Jade preguntó, con la mirada fija en la puerta que recién había sido cerrada por cierto Alfa. Adrien había desaparecido tan extrañamente que Jade comenzaba a sospechar.
—No. —Hana permanecía cabizbaja, con los libros en sus brazos. Debía ocultar en mayor medida posible el sonrojo que había nacido en sus mejillas y que no quería desaparecer desde hace un buen rato.
Hana había venido hasta ella, con Adrien siguiéndola; luego, con una actitud para nada común, el Alfa dijo que volvería pronto y mencionó que compraría un par de cosas. Hana se mantuvo callada todo ese tiempo, ignorando o al menos intentando ignorar lo que pasaba a su alrededor. DuPont se retiró tan rápido como apareció, y lo último que Jade pudo alcanzar a oír fue a su primo diciéndole a una sirvienta que saldría de la mansión, dando a entender la clara orden de avisarle a los guardias.
Podría ser exagerado, pero su deber era hacerlo. Si un solo miembro del personal en la mansión notaba la falta de