—¿A dónde se supone que vas, Adrien DuPont? —le cuestionaba un cansado Gabriel al Alfa. El menor de los hermanos había estado una noche entera atendiendo a Camila, quien parecía vomitar todo lo que comía; esto sin nombrar que cualquier aroma le provocaba náuseas. Un pequeño embrión era el causante de su falta de sueño. ¡Sonaba ridículo hasta en sus pensamientos! —Yo no sé nada, déjame ir.
—Cállate y sígueme, tengo que conseguir estas cosas. —y, como si Gabriel estuviese ciego, colocó un papel frente a él que quedó a unos limitados cinco centímetros de su rostro. —Tiene que ser rápido, tengo que volver lo más pronto posible.
—¿Quién hizo esa lista?
—Muchas preguntas. —dijo para después ignorar olímpicamente todas las preguntas de su irritante hermano menor.
No estaba dispuesto a decirle lo que había sucedido en la privacidad de su dormitorio. Hana le confesó, luego de titubeos y nervios, las constantes punzadas en la parte baja de su abdomen y vientre, además de que ya los tres meses p