Esra permaneció en la cocina unos minutos más, dejando todo ordenado, haciendo tiempo para ver si amanecía pronto. Pero la noche se hizo larga, y estaba tan fría que decidió subir a la habitación.
Se detuvo frente a la puerta de aquella habitación que había ocupado durante el tiempo que llevaba viviendo en esa casa. Dudaba si entrar porque ahí había dormido Vanea con Burak, pasando noche de pasión, que Esra no quería imaginarse. Pero era la única habitación a parte de la de Kenan que estaba ordenada, para ocupar. Las demás estaban desoladas y sin ninguna cama disponible para ocupar. Por su orgullo, y no herir su corazón con esas imágenes que se reproducirían en su cabeza si ingresaba, decidió ir a la habitación donde se encontraban sus cosas. Aunque tuviera que dormir en el suelo, lo haría. Antes de dar un paso, la puerta se abrió, Burak estaba dentro, e hizo que el corazón de Esra se acelerara. Sin previo aviso la tomó de la mano y la jaló hacia el interior, cerrando de un golpe seco la puerta, y dejándola acorralada en esta. —¿Dónde pensabas pasar la noche? ¿Con mi hermano? —las palabras de Burak eran veneno puro, dispuestas a herir profundamente a Esra. —Burak, no dormí con Kenan —intentó explicarse—. Nunca lo haría. El único hombre en mi cama, has sido… tú. Burak la observó fijamente, viendo cómo en esos ojos había dulzura, pero sabía que dentro de esa alma, todo era oscuro. Burak la besó, con intensidad y deseo, tal cual lo hizo aquella noche. La sujetó fuertemente de la cintura, y con dos giros, ya se encontraban cerca de la cama, dónde la lanzó, para seguido caer sobre ella. —Burak —ella no podía olvidar que en esa cama durmió Vanea y su esposo, mientras ella estaba en el calabozo—. Dormiste con Vanea en esta cama, y pretendes que pasemos la noche juntos. Eso hizo que Burak se detuviera, sacará su rostro del cuello y la mirada fijamente. —¿Qué hay con eso? Eres mi esposa, y está cama es nuestra cama matrimonial, ¿no puedo tomar a mi esposa en ella? —Metiste a Vanea aquí, ¿cómo podría acostarme contigo sabiendo que ella durmió aquí? Burak parecía haber perdido la paciencia. —Dices que Vanea ensució la cama solo con acostarse aquí —le sonrió siniestramente—. Lo única sucia aquí, eres tú, Esra. Esra giró el rostro, sintiendo mil agujas clavarse en su pecho, las lágrimas brotaron de sus ojos, mientras él hundía su rostro en el cuello. “¿Aun estando sucia me tomarás, Burak?” se preguntó internamente. Al día siguiente, Esra abrió los ojos con el rayo del sol que pegó en la ventana y traspasó los cristales, cubrió su rostro con una mano, para poder mirar a su alrededor. Vio a Burak vestido, ignorándola completamente como si lo que hubiera pasado anoche, nunca hubiera sucedido. Esra se levantó después de que su esposo saliera. Fue al baño a ducharse. Al sentirse mareada se sostuvo de la pared, cerca del basurero donde vio un condón amarrado. Recordaba que en la noche, Burak no usó condón, pero había uno en el basurero, usado y con algo dentro. Su corazón dolió. Aún cuando sabía que Burak y Vanea habían dormido en esa habitación, le dolió comprobar que no solo durmieron, sino que tuvieron sus noches de sexo. No debía sentirse del todo triste, porque al menos con Vanea usaba condón, pero eso no podía aliviar el dolor que la desollaba por dentro. Esa basura debía haberse sacado el día anterior, no debía seguir ahí. Estaba convencida que las empleadas, aquellas que tanto la odiaban la habían dejado a propósito, para que viera la prueba de lo que sucedió entre Vanea y Burak. Quería que no le doliera, pero era imposible que no lo hiciera. Esra no desayunó en casa, salió temprano para reunirse con su amiga de universidad y completar una tarea que tenían pendiente. Ella podría hacerla sola, pero su amiga necesitaba de su inteligencia. Llegaron a la cafetería, dónde solicitaron un desayuno y hasta que se lo trajeran, platicaron. De pronto, la sonrisa de Esra se borró, al ver ingresar a su esposo junto a Vanea. Eso avivó a Han, su amiga, quien miró en la dirección de la mirada de Esra. Ambas vieron como el alto y apuesto hombre abría la silla para Vanea, y ella se acomodaba con sutileza. —Esra, podemos ir a otra parte —esta negó. —Ya solicitamos el desayuno. —Que importa, ni siquiera hemos pagado… —No es bueno hacerles gastar a los dueños del local. Esra sabía cuánto les costaba a los empleados esos alimentos desperdiciados. Trabajó hace tiempo en un restaurante, dónde veía como la comida rechazada se desperdiciaba, y todo eso le cobraban a ellos. Eran los empleados los únicos que perdían. Han observaba como los ojos de Esra se desviaban hacia la pareja. Incluso ella vio como Burak acariciaba el rostro de Vanea, con una ternura que nunca debía usar con Esra. —Vamos, no puedo quedarme a ver cómo ese hombre te humilla. —Pero… —Han dejó dinero en la mesa, y tiró de la mano de Esra para salir del local, pero antes de que pudieran salir, el guardia les detuvo, y en ese momento, Vanea las vio. —Burak, mi hermana a estado desayunando en el mismo local que nosotros. Creo están teniendo problemas —Burak se giró a mirar, y se encontró con Esra observándoles, mientras Han discutía con el guardia que ya había dejado dinero en la mesa. El pecho de Esra dolió cuando vio la mirada indescifrable de Burak, quien después de mirarla sin un ápice de ternura, se giró en dirección a Vanea, como si su presencia no fuera nada. —No nos importa los problemas que ella tenga —dijo Burak secamente. —Burak, perdóname por lo que voy a decir y hacer, pero no puedo dejar que mi hermana sea humillada de esa forma. Se levantó y se acercó. —Le digo que dejamos dinero en la mesa por una comida que ni siquiera hemos probado. —¿Qué ocurre? —cuestionó Vanea, atrayendo la mirada del guardia de seguridad. Han la miró, quiso responderle que no le importaba, pero Burak estaba detrás, y por lo que Esra le había contado, ese hombre no permitía ofendieran a su amante, por ello se calló y dejó que el guardia de seguridad explicará todo. —Estas dos mujeres han venido a alimentarse, y se van si pagar. Vanea pareció sorprenderse, y miró a Esra. —Mi hermana nunca haría algo así, ella… —No es necesario que me defiendas —dijo Esra, con tal irritación que se sintió en sus dientes. —Yo solo quería hacerles saber que nuestra familia es honorable, y no necesitamos comer e irte sin pagar. —Oh, señorita Hakan, sabes que su familia es honorable, pero créame que su hermana y está mujer, ha comido y no ha pagado. —¡Oye, no seas mentiroso, ya te pagamos! —recriminó Han. Vanea miró a Esra y negó. —No puedo creer Esra, ¿por qué haces tal cosa? Es una humillación para nuestra familia que acostumbres a comer y. L quieras pagar. —Tú, no sabes si comí, y no pagué. ¿Acaso quieres difamarme junto con este hombre? Vanea miró a Burak con ojos nublados. —Burak, solo trataba de ayudar… Burak miró a Esra con desdén. Ante esa mirada, Esra apartó la suya y la posó en el guardia de seguridad. —Pagaré la comida. —No puedes pagar de nuevo —dijo Han al verla sacar la tarjeta—. Ya hemos pagado, y ni siquiera hemos comido. —En la mesa que dice dejó tal dinero, no hay nada, señorita. Y le repito que, si no comió, es su decisión, pero debe pagar la comida que ya se estaba preparando. —¡Que ya lo he pagado! —dijo indignada Han—. La dejamos en la mesa antes de venir. —¿Insinúa que alguien tomó el dinero? ¿Acaso cree que los comensales o empleados metieron mano a su pago? —al decir esto el guardia, todos empezaron a recriminar a las dos mujeres. —Han, ya no discutas. Lo arreglaré —dijo con seguridad. Apartó la mirada de su amiga, y la posó uno de los empleados— Cobre lo que tenga que cobrar. Este agarró la tarjeta y se dirigió a la caja. Mientras se hacía el cobro, Esra regresó a ver a Burak, quien se guardaba el celular en el bolsillo de su traje. —Lo sentimos, pero su tarjeta está bloqueada. No sé pudo hacer el débito correspondiente —Esra observó la tarjeta, miró al empleado que parecía no mentir, y luego miró a Burak, quien le sonrió apenas con una curva de labios. ¿Él en serio había llamado a bloquear la tarjeta para que no pudiera cancelar? —Cóbrales en trabajo —dijo Burak con tono seguro, sin dejar replica—. Y que esa mujer, nos atienda —señaló a Esra.