La alta figura de Burak se detuvo, soltó la mano de Vanea y como un robot se giró para regresar hacia su hermano.
Inmediatamente Esra se acercó a Kenan, sus labios temblorosos se movieron para decir.
—Kenan… no es importante —este no la miró, continuó observando a su hermano acercarse— Kenan, el abuelo no querría que discutieran —lo agarró del brazo para atraer su mirada, pero ante esa acción, Burak la agarró a ella y la jaló hacia él, arrancándola del lado de Kenan.
—¡Burak! —rugió Kenan apretando el puño, indignado por como jaló a Esra.
—Kenan… ¿me dirás como tratar a mi esposa? —se acercó a su hermano— Vienes a mi casa, irrumpes mis ordenes y crees que puedes amenazarme —el cartílago de la mandíbula de ambos hombres se movió— ¿Quién te has creído? ¿El príncipe heredero? —se río Burak, sabiendo que todos sus hermanos anhelaban ese lugar, pero al ser él el primogénito, nadie podría arrebatárselo— o es que también deseas a mi esposa —cuestionó agarrándola de nuevo del brazo, y acercándola a él— ¿Es eso, Kenan… te gusta mi esposa?
—No digas estupideces, Burak —este le sonrío… seguido besó delante de Kenan a Esra, con violencia y ansiedad. De reojo observaba la reacción de su hermano, quien los contemplaba besarse sin pestañar.
Ante ese beso, el corazón de Esra se aceleró, aunque sabía que Burak la estaba besando delante de Vanea, todo para desafiar a Kenan, no podía dejar de sentirse regocijada por ello.
Mientras tanto, Vanea, detrás de ellos apretaba los puños, la irá recorría sus venas encendiendo la sangre a tal punto que, deseaba asesinar en vida a Esra.
—Kenan, puedo esperar envidia y ambición de mis otros hermanos, pero no de mi propia sangre —Kenan era el hermano de madre y padre de Burak, a diferencia de los otros, que provenían de la segunda.
—No eres digno de envidiar, hermano —le dijo, desafiante—. ¿Podría yo envidiar a mi hermano con la libertad que tengo de tomar mis propias decisiones? —se burló Kenan— No podría envidiar tu vida, porque estoy conforme con la mía.
—Entonces, Kenan, no vuelvas a meterte en mis asuntos.
Sin más, miró a Vanea y demandó.
—Espérame abajo —seguido jaloneó a Esra hacia la habitación principal.
Esra se tambaleó al momento que Burak la empujó. Observó con repudió la cama con sabanas desordenadas, donde Burak y Vanea pasaron las noches, mientras ella dormía en el calabozo. Al pensar en ello, su corazón se quebró.
—Cruel e inmoral, es como te has comportado a mi regreso, Esra —la acusó Burak, mientras caminaba a su alrededor.
—Burak, no soy nada de lo que dices —su voz salió casi en un hilo.
Él le atrapó el rostro ejerciendo presión. Su grande mano, cubría toda la parte baja de la cara de Esra.
—¿Negarás que llevaste a Vanea a esa clínica de quinta, y en complicidad con ese médico le arrancaste a su hijo?
Esra recordó cuando salía de la universidad. Vanea pasó por ella, dijo querer hablar, y ella accedió, todo por mantener una buena relación con su hermana adoptiva, sin embargo, después de subir al coche, no recordaba nada, hasta que apareció en la cama, ya duchada y escuchando a las empleadas decir que Burak había regresado.
—No lo he hecho, Burak, lo juro… —aseguró, y eso enfureció más a Burak.
—Mujer descarada, como puedes blasfemar cuando las pruebas y los testigos están ahí.
Había videos que comprobaban que Esra y Vanea entraron a ese edificio, y el medico que le realizó el aborto, afirmó que Esra lo había contratado para realizar ese aborto, y que Vanea iba bajo la sustancia de escopolamina (la droga voluntaria).
—Burak, ¿Cómo podría realizarle un aborto a Vanea, acaso ella es una adolescente frágil e indefensa? —quería que su esposo creyera en ella, y que le diera el beneficio de la duda— ¿Podría ella dejarse llevar, y obligar a abortar sin su voluntad?
—Esra, he conocido mujeres descaradas y miserables, pero ninguna como tú. Sabes que drogaste con escopolamina a Vanea para desorientarla y obligarla a abortar, y tienen el descaro de negarlo —bajó su mano al cuello de Esra—. Debería asesinarte por tratar de engañarme, mujer inmoral y despiadada.
Los ojos ya hinchados de Esra por tanto llorar, dejaron escapar otra línea de lágrimas.
—No lo he hecho Burak, cree en mí —pidió con el poco aire que quedaba, mientras él presionaba su cuello.
Burak la soltó tirándola a la cama. Esa cama con sábanas revueltas, que dejaba entrever la noche pasional que Burak había tenido con Vanea.
—No podría creer que alguien desalmada, que se aprovechó de la ausencia de Vanea para ocupar su lugar, y convertirse en mi esposa, solo porque está obsesionada. Una mujer envidiosa, inmoral y descarada, que no espera para meterse a la cama de mi propio hermano.
Cada palabra atravesaba como un puñal a su corazón ya mal herido.
Esra se quedó ahí, mirando las sábanas, sintiendo como todo su cuerpo dolía y su corazón agonizaba, escuchando los pasos de Burak alejándose.
Esra soltó un sollozo, presionó las sábanas con su pequeña mano y hundió su rostro en el colchón, sintiendo que moría por las imágenes de pasión que se le reproducían en su memoria, entre Burak y Vanea.
Él la acusaba a ella de haberse metido en la cama de Kenan, cuando en realidad nada ocurrió, su cuñado solo la salvó de morir en ese calabozo, mientras que él, sí había dormido todos esos días con Vanea, mientras ella estuvo encerrada en ese horrible lugar.
Burak y Vanea se sentaron a desayunar.
—Burak… no seas cruel con Esra, ella solo está celosa porque tu corazón es mío, y teme que me tomes por segunda esposa. Creyó que el hijo que esperaba era tuyo… —Vanea bajó la cabeza, y unas lágrimas cayeron— Si hubiera sabido que es producto…
—No lo digas —solicitó Burak, sintiendo dolor en el pecho, por lo que Vanea había pasado.
Se levantó de su silla y fue a la de ella, la abrazó fuerte.
—Encontraré a ese miserable, y lo asesinaré —prometió mientras la estrechaba en sus brazos.
—Oh, Burak… no debí regresar a ti, debí marcharme lejos y así no molestaba a Esra.
Esta se encontraba acostada en uno de los sillones de la terraza más alejada de la mansión, la cual era pequeña y cubierta con vidrios templados.
Estaba acurrucada en forma fetal, tomando el sol, ese sol que por días se le negó, el que añoró sentir entre esas paredes frías.
Esra se frotó su vientre, llenándose de energía para poder continuar con esa vida desdichada.
Pensar en su bebé la animaba, pero cuando pensaba que no sería amado por Burak, ya que seguramente tomaría a Vanea como segunda esposa, y tendrían hijos los cuales si amaría, se desanimaba profundamente.
*
En la noche, Esra no sabía donde ir a acostarse, pues su habitación estaba siendo ocupada por Vanea y Burak… nadie le había informado donde se quedaría.
Aunque era la señora de esa casa, ahí nadie acataba sus órdenes, ella parecía una intrusa, la cual no merecía las atenciones de una señora.
Pasó toda la tarde y media noche en ese lugar donde casi nadie iba, y después de la media noche bajó, pero lo hizo por las escaleras que conducían al jardín.
Rodeó la casa para llegar a la cocina y comer algo, pero cuando pasaba por el despacho, vio a Burak acomodando la almohada en el sillón, en el cual se acostó.
¿Él no dormía con Vanea en la habitación que le quitaron? ¿Por qué estaba en el despacho?
El corazón de Esra se regocijó al pensar que, Burak no había dormido todos esos días con Vanea, y que esta había revuelto de esa forma las sabanas para que todos pensaran que dormía con Burak.
Con algo de animo fue a la cocina, ingresó por una puerta que sabía pasaba sin seguro, y sigilosamente llegó a la cocina, donde abrió el refrigerador para agarrar algo de comida, de pronto la luz se encendió, dejándola paniqueada.
—¿En serio? Así es como la señora de la casa tiene que comer.
—Kenan —Esra limpió su boca sucia de leche y tragó lo que tenía en la boca—. Me asustaste —ella sonrió—. No creas que como así todos los días, solo que me quedé dormida y no bajé a cenar. Recién me despierto.
—Te quedaste dormida ¿Dónde? —la había buscado en todas las habitaciones, pero no la encontró, en la única que no buscó fue en la de su hermano.
—En mi habitación —Kenan ladeó la cabeza.
—Como es que tus cosas están en una habitación fría y sin preparar, y tú te estas quedando en la principal —se cruzó de brazos— Ya entiendo... —sonrió— Vanea sale, y tú entras.
—¿Vanea no está aquí?
—¿No lo sabías? Se fue en la mañana y ya no regresó.
Esra bajó la mirada, ahora comprendía porque Burak estaba durmiendo en el despacho, porque creía que ella estaba ocupando esa habitación, y no quería compartirla con ella, cuando con Vanea si la compartió.
—¿Quieres que te prepare algo de comida, Kenan? —cambió de tema, para alivianar ese dolor.
Al mirar a Kenan, vio detrás de este a su esposo, lo que la hizo estremecer. Al verla en ese estado, Kenan miró hacia atrás, solo girando la cabeza, y de reojo vio a su hermano.
—No… ya comí —dijo, y sin más se alejó.
Burak que había visto una sombra pasar por delante de su ventana, se levantó y fue a revisar que toda la casa estuviera bien, que ningún intruso hubiera ingresado, y se encontró con esos dos ahí.
Después de que su hermano se marchara, Esra también intentó irse, dejando guardada las cosas, pero Burak la detuvo del brazo cuando pasó a su lado.
—Escuché que querías cocinar… ¿Te vas a ir sin darme algo de comer? —la miró con desdén— ¿O solo le ofrecías a mi hermano?
Los labios de Esra temblaron.
—Yo… no sabía que deseabas comer.
—Ya lo sabes, ahora prepara algo para mí.
Esra empezó a preparar algo de comer a su esposo. Era la primera vez que le cocinaba. Mientras lo hacía, él la observaba fijamente, analizando sus movimientos y ese rostro, que parecía angelical, pero solo era una máscara, porque por dentro era una malvada mujer.
Cuando la comida estuvo lista, Esra la colocó delante de Burak, que ya se había sentado. Esperó a su lado, como la servidumbre, a esperar la reacción de Burak cuando probara su comida.
Burak agarró algo, lo metió a su boca, lo molió dos veces y se quedó ido, de pronto miró a Esra, que parecía tener una sonrisa en los labios, la cual se borró cuando él escupió la comida en el plato.
—¿Qué es esto… comida para vaca? —empujó el plato y se levantó furioso— Esra, deberías dedicarte a tomar clases de cocina, en vez de estar destruyendo la vida de los demás —dicha esas palabras, se alejó, lanzando la servilleta en la mesa, y dejando a Esra con el corazón destrozado.
Recordaba que no había usado mucha sal, porque a Burak no le gustaba la sal. Quizás se pasó un poco de sal, pensó mientras probaba, pero al saborear, notó que estaba en el punto exacto, ¿por qué él decía que estaba salado?
Una sonrisa dolorosa asomó en sus labios, al pensar que no era porque la comida estaba mala, sino que Burak había querido humillarla.
Se estaba dando cuenta, que nada de lo que hiciera para impresionarlo servía, porque Burak nunca se impresionaría por lo que ella hiciera, ya que no la amaba, y nunca la amaría.