Livia
Sabía desde un inicio del poder que tenía, pero creí que era solo un poco más que el de mi padre, igualándose a la Cosa Nostra. Pero él había llevado a su organización a un nivel todavía más alto, y por eso tenía el respeto de los rusos, quienes se destacaban por su arrogancia al ver a los demás por encima de sus hombres.
Pero a Matteo Vescari lo miraban como a un igual.
—Es normal que no lo sepas, sucedió hace un par de años y tú llevas aquí algunas semanas —regresé mi atención a ella—. He… escuchado un poco de tu historia.
—No es nada interesante —me tensé—; solo es una patética vida llena de torturas.
No quería ese efecto, que sintieran lástima por lo que viví y por las condiciones en que llegué a este lugar. Quería borrar esa parte de mi historia, no solo de la memoria de los demás, también de la mía.
—¿Qué tal una partida de billar? —invité, queriendo dejar el tema atrás—. ¿Puedes?
Sonrió, bebió de su copa de vino y la dejó en la barra que estaba cerca de nosotras.
—Solo si