Livia

Me coloqué el atuendo que dejó para mí; no sabía si lo había elegido él directamente o envió a alguien más a por ello. No me sentía del todo bien: había conocido a Ekaterina y me agradó, pero no estaba en los mejores términos con Matteo. Lo que realmente deseaba era salir de la fortaleza y buscar las respuestas que necesitaba.

«Basta de lamentos» me reprendí a mí misma, «has tenido suficiente de ellos».

De pie ante mí, el reflejo mostraba a una mujer muy distinta a la que una vez fui. Matteo tenía razón al decir que con esas prendas parecería una mujer de la mafia y no una fina aristócrata, que en realidad no era. Mi cabello cayendo en ondas y un maquillaje oscuro, acorde a mi vestuario y a la imagen que quería transmitir.

Busqué esa fragilidad en los ojos del reflejo, pero no la encontré; ese miedo que tuve aquella noche inolvidable ya no existía más. Solo había ira y una sed insaciable de sangre, que exigía la de mis enemigos.

—Non sai cosa mi fai (No sabes lo que me haces