Livia
Sonreí a la mujer que me esperaba en la cubierta, vestida con un pareo que transparentaba un bonito bikini colorido, a diferencia de mí, que llevaba uno negro. No sentía un motivo para parecer alegre; ese era el color que más me representaba en aquel momento.
—Ahí estás, has tardado mucho; pensé que ya no vendrías —dijo, después de saludarme con dos besos en la mejilla.
Eché un vistazo al salón principal, donde se encontraba el Capo y el Pakhan, conversando y bebiendo whisky con un puro en la mano. El primero me lanzó una mirada indiscreta, pero disimuló bien al volver la atención a su socio.
—Tardé en decidir qué ponerme —mentí, tomando la copa de champán que me ofrecieron—. ¿Llevan mucho esperando?
—No, algunos minutos, pero tu marido apareció y dijo que no tardarías.
Ni siquiera lo había visto entrar a la habitación para asegurar tal cosa.
—He salido a la ciudad y he demorado más de lo planeado.
Alzó una ceja, sentándose en el sofá, y yo la imité.
—Te noto extraña, como si al