Lazos de veneno
El amanecer se filtraba entre las cortinas, bañando la habitación con un tono dorado que contrastaba con el silencio espeso que los envolvía. Giulio estaba despierto desde hacía rato, observando el techo mientras su mente repasaba una y otra vez todo lo que había ocurrido la noche anterior.
Rebeca dormía a su lado, con el rostro sereno y los labios entreabiertos, como si no existiera el peso de la verdad que había revelado.
Él no podía dejar de mirarla. Cada curva de su cuerpo, cada respiración tranquila lo hipnotizaba… y a la vez lo atormentaba. Había querido matarla horas atrás, y en cambio había terminado haciéndola suya. Aquello lo enfurecía. Lo hacía sentir débil.
Giró el rostro, intentando apartarse de ella, pero su propio cuerpo lo traicionó: el aroma de su piel aún impregnaba las sábanas. Cerró los ojos con frustración.
“¿Y si aún me está mintiendo?”
La duda era un cuchillo constante. Ella había dicho que lo creía culpable del asesinato de su familia, que habí