capítulo 23

El mensaje había sido breve, casi frío en apariencia, pero en cuanto Rebeca pulsó el botón de “enviar” sintió que su corazón se agitaba en un compás irregular.

> “Estoy en Los Ángeles. Me gustaría verte para cenar.”

Había tardado horas en decidirse. Horas en las que sus pensamientos se debatían entre la misión que había jurado cumplir y esa atracción imposible que la arrastraba una y otra vez hacia Giulio Romano.

La respuesta no demoró. Apenas unos minutos después, su celular vibró sobre la mesa del hotel.

> “Te espero a las nueve. En el restaurante del Ritz.”

Un simple mensaje. Sencillo, conciso… y sin embargo, a Rebeca se le escapó una sonrisa apenas perceptible. Trató de borrarla enseguida, como si con ello pudiera ocultarla incluso de sí misma, pero era inútil. Por mucho que se empeñara en convencerse de que solo era parte de su plan, en el fondo de su pecho había un leve destello de alivio, de entusiasmo contenido.

***

La noche cayó sobre Los Ángeles con un aire húmedo y eléctric
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