Valentina, desesperada por obtener respuestas, buscaba información inalcanzablemente por todos los medios posibles. Decidida a descubrir la verdad que todos le habían ocultado, cada día sus dudas crecían exponencialmente. Tenía la sensación de que cosas terribles habían ocurrido frente a sus ojos sin que ella lo notara.
Sin lograr avances significativos, una tarde, mientras registraba minuciosamente la oficina de su padre, encontró una fotografía en la que aparecía junto a un hombre desconocido. La imagen le resultó extraña; estaba segura de nunca haber visto a esa persona. Rápidamente tomó una foto con su teléfono y dirigió a busca de Romina, la ama de llaves.
—Romina, ¿conoces a este hombre? —preguntó, mostrándole la imagen en su pantalla.
Romina observó la fotografía y, con naturalidad, respondió:
—Claro que sí, es el señor Sandro.
Valentina, sorprendida la interrumpió de inmediato:
—¿Quién es el señor Sandro? ¿Qué relación tenía con mi padre? —inquirió, visiblemente co