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Mateo: El Salvador De Valentina

El silencio se apoderó del lugar durante unos segundos. Luego, juntos se marcharon a la gran mansión, sin decir si una palabra. Al llegar, Mateo la detuvo sujetándole el brazo con firmeza mientras interrogaba con voz áspera: 

—¿Qué demonios hacías sola en ese lugar? 

 Valentina, mantuvo la mirada fija en la puerta principal, evitando el contacto visual con Mateo, finalmente rompió el silencio: 

—¿De verdad aceptarás trabajar para Damián? —La voz le tembló ligeramente mientras sus pupilas destilaban una decepción que le partía el alma. 

—Sí, la verdad no tengo alternativa—replico él con sequedad— Necesito el trabajo. Pero que quede claro, esto no cambiara mi compromiso de protegerte. Tu seguridad sigue siendo mi prioridad. ¿Me has entendido?  

Valentina sentía como se le desgarraba el corazón al pensar que el hombre que aún amaba, su única esperanza para escapar de tanto dolor se aliara precisamente con la mafia, ese mundo criminal del que llevaba años intentando huir. Contuvo las lágrimas que amenazaban con desbordarse y respondió con voz entrecortada: 

—Ok… entiendo. Necesito ducharme. Adiós.

Mateo solo la vio marcharse sin articular palabra. No entendía su reacción en ese instante. Valentina dejo correr el agua caliente junto con sus lágrimas.  Solo quería salir corriendo de ese lugar, aún más sabiendo que Mateo se convertiría en parte de ese infierno que tanto detestaba la desgarraba. Sabía que pronto se convertiría en uno más de ellos: un hombre cruel y despiadado, Sabía que no volvería a ser el mismo. 

Secándose el cabello, no podía dejar de pensar en su padre. Sabía que nadie la ayudaría a encontrar la verdad detrás de su muerte, aunque la revuelta inmediata de todos los hombres por querer el puesto de líder le resultaba sospechosa. Así que tomo una decisión: planeó reiniciar, por su cuenta, la investigación de la muerte de su padre, empezando por una cena estratégica. 

Al día siguiente, Valentina, sin informar a Mateo, reservo un privado en el hotel Mozzalers. Allí reunió a los antiguos subordinados de su padre pretendiendo ganarse su confianza. Ofreció una considerable inversión en el tráfico de armas como pretexto para su investigación personal. Quería saber realmente quién había estado involucrado en el asesinato de su padre.

Uno de los hombres, la observó con una sonrisa cínica, y comento:

—¡Vaya ironía! ¿Quién lo diría? La hija del difunto líder estaría hoy aquí con nosotros, queriendo pertenecer a la organización que tanto repudiaba y odiaba desde niña —sus palabras fueron acompañadas por miradas penetrantes de los demás presentes. 

Valentina, muy incómoda, apretó las manos debajo de la mesa, manteniendo su postura. 

—Sí, tras la muerte de mi padre, comprendí que debo honrar su legado. Pero lo haré a mi manera, con mi propio capital y condiciones.

—¡Vaya! Por fin lo decidiste. Has tomado la mejor decisión, preciosa. Brindemos por tu incorporación —exclamó uno de los hombres, el mismo que había adulterado su bebida con drogas.

Todos clavaron sus miradas en ella, observando con ansias cómo terminaba el vaso de un trago, deleitándose no solo de su plan siniestro, sino también de su belleza y su vulnerabilidad.

Valentina, confiada en que su plan progresaba según lo previsto, bebió hasta la última gota. Esperaba el momento en que, bajo los efectos del alcohol, los hombres revelarían la verdad sobre el asesinato de su padre. Sin embargo, la realidad superó sus peores temores. En cuestión de minutos, comenzó a sentir los efectos de las sustancias, una oleada de calor la invadió, su visión se nubló y un mareo violento la sacudió. Al intentar levantarse, uno de los hombres la interceptó con falsa solicitud:

—¿Adónde corres, preciosa? ¿Nos abandonas tan pronto?

Ella, luchando contra la niebla que nublaba su mente, esbozó una sonrisa forzada: —No, solo iré al baño. Regreso enseguida —mintió, haciendo un esfuerzo por mantener la compostura.

Sus pasos eran torpes mientras se dirigía a la salida. Justo al alcanzar la puerta, un hombre joven bloqueó su camino. Este hombre había estado codiciando a Valentina durante mucho tiempo, pero jamás se había atrevido a actuar debido a el miedo por su padre, quien era el líder de la organización, tras su muerte, la oportunidad era perfecta. 

—¿Te vas sin despedirte? —preguntó con una sonrisa lasciva. —¡Déjame pasar, por favor! —suplicó Valentina, sintiendo cómo sus piernas cedían.

El hombre esbozo una sonrisa mientras sus ojos mostraban una clara malicia. Ignorando su debilidad, la agarró del brazo con fuerza. Ella forcejeó con la poca energía que le quedaba intentando liberarse, pero fue inútil. De pronto, Mateo, quien seguía a Valentina nuevamente en secreto, emergió de las sombras, empujando al agresor contra la pared mientras le oprimía la garganta.

—¿Quién te crees para ponerle las manos encima? —rugió, con los nudillos blancos de tanto apretar—. ¿Olvidaste quién es?

Valentina, al borde del desmayo, se desplomó. Mateo la recogió en sus brazos mientras el cobarde huía. Al acomodarla en el auto, los efectos de la droga se intensificaron: se quitó el abrigo con movimientos sensuales por el calor que sentía debido al efecto de la droga, revelando su piel enrojecida y su delicada figura. Valentina se podía notar más amable de lo habitual. Entre risas seductoras, tiró de la corbata de Mateo, buscando sus labios.

—Valentina, estás drogada —intentó razonar él, conteniendo el deseo que ella despertaba—. Debemos llegar a casa.

Ella mantuvo una mirada seductora mientras seguía en un juego peligroso. Con movimientos deliberadamente lentos, tomo los dedos de Mateo entre sus labios y los lamió con sensualidad, manteniendo un intenso contacto visual. Sin previo aviso se descalzo y deslizo su pie desnudo por el interior de su pantalón, rozando su entrepierna con calculada presión 

Mateo contuvo el aire al sentir la inesperada caricia. Cada músculo de su cuerpo se tensó ante el estímulo, pero su racionalidad se mantuvo: sabía que esas actitudes de Valentina no eran más que el efecto de las sustancias en su cuerpo. Con firmeza, pero sin brusquedad, aparto su pierna. 

—¡Basta! —murmuro con voz ronca—Tú no eres así.

Al llegar a la mansión, Mateo intentó llevar a Valentina en silencio a su habitación, con extremo cuidado para que la ama de llaves no descubriera que Valentina estaba drogada, él quería proteger su reputación a toda costa. 

De pronto, sin que Mateo lo notara, apareció la ama de llaves. Al ver a Valentina tambaleándose, preguntó alarmada:

—Que sucede? ¿Qué le pasa a Valentina? 

Mateo, atrapado en el momento, tuvo que improvisar:

—Necesito algo para contrarrestar los efectos del alcohol—dijo, ocultando la verdad sobre su condición. 

La ama de llaves regreso con analgésicos, convencida de que solo se trataba de una simple embriaguez. Mateo acepto los medicamentos y condujo a Valentina hacia su cuarto, evitando que la ama de llaves descubriera la droga en su sistema.

Una vez allí, Mateo desecho los medicamentos inútiles mientras buscaba mentalmente otra solución. Al girarse, vio a Valentina levantarse de repente y acercársele con intención de besarlo, de inmediato Mateo la detuvo con firmeza, reconociendo los efectos de la sustancia en su comportamiento.

Valentina, herida por el rechazo de Mateo, se apartó bruscamente, mientras que él, preocupado, se interpuso en su camino: 

—¿A dónde vas? ¡Necesitas descansar! —le suplicó cuando ella intento dirigirse al baño.

Ella respondió con una mirada cargada de provocación antes de entrar tambaleando. Mientras el agua corría, Mateo se soltó la corbata, imaginando sus movimientos seductores al otro lado de la puerta. Aunque cada fibra de su cuerpo ardía, sabía que debía mantener el control.  

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