—¿De verdad pensaste que no descubriría tus juegos sucios? ¿Realmente creías que no me daría cuenta de todo cierto? —preguntó con una sonrisa fría, cargada de sarcasmo.
Isabella palideció al instante, sus labios, blancos, delataban su nerviosismo.
—Mateo, no entiendo a qué te refieres —murmuró evitando su mirada mientras sus ojos bailaban inquietos
Mateo soltó una risa áspera y se acarició el rostro con lentitud, clavando los ojos en ella.
—Así que… ¿pretendes negar que tú provocaste que Valentina perdiera al bebé?
Isabella tragó saliva, su mirada se movía de lado a lado, desconcertada por las palabras de Mateo e incapaz de sostener la acusación.
—¿Cómo te atreves a decir eso, Mateo? ¿Cómo crees que yo sería capaz de...?
Mateo se incorporó de un salto, ahogándola con un rugido mientras la interrumpió con un grito certero:
—¡Cierra la boca, Isabella! ¡Ya basta de tus mentiras! ¡Por tu culpa perdí a mi hijo! Y sí... ya maté al sirviente que sobornaste para que callara. ¿Aho