Isabella al pensar que sacaría a Valentina de su camino, sentía una gran satisfacción... aunque, por un momento, recordó lo que su padre le había dicho: "No dejes testigos". Pero luego reaccionó y supo que no había otra forma. Además, estaba segura de que, con todo lo que le había dado a la enfermera, esta no hablaría.
Una semana después, justo cuando Valentina se preparaba para ser dada de alta, sintió una presión en los ojos. Por un momento, le dio un mareo, así que inmediatamente pidió ayuda a una de las enfermeras.
—¡Por favor, ayúdenme! No me siento bien. Me arden mucho los ojos y estoy mareada —balbuceó, frotándose los párpados mientras se dirigía tambaleante hacia la puerta.
Una enfermera irrumpió rápidamente en la habitación al escuchar sus gritos. Al verla frotarse los ojos con desesperación y caminar sin equilibrio, la sostuvo de inmediato e intentó llevarla a un sofá. Pero, de pronto, antes de llegar, Valentina se desplomo inconsciente en sus brazos.
Minutos después