Elara P.O.V
El aroma de la satisfacción de Vigo era un perfume empalagoso, dulzón, que flotaba en el aire del territorio de la Manada del Lobo de Plata. Era el olor de la victoria, de un depredador que acababa de ver a su rival huir en la noche. Podía sentirlo desde mi jaula dorada, una ola de energía arrogante y palpitante que me hacía erizar la piel. Él creía que había ganado. Creía que la desesperada misión de Ronan a Madrid había sido un encargo fallido, una tontería que solo demostraba su inestabilidad.
No tenía idea.
El relicario era un peso frío y pesado contra mi piel, un recordatorio constante de la verdad que ahora sostenía. Anya era una pequeña sombra silenciosa en un rincón de la habitación, su presencia un arma viva y frágil que debía proteger. Y Marco… Marco era una bomba de tiempo.
No se había ido. Tras mi revelación, simplemente había permanecido allí, una estatua de un hombre cuyo mundo entero se había hecho añicos. El aroma de su ira era algo físico, asfixiante, una