El sótano de la mansión huele a humedad, a miedo y al hierro de la sangre seca en las paredes después de un ataque en defensa propia. El calor, la tensión agobiante de los prisioneros destrozando sus nervios es un juego que Nicolay disfruta mirando detrás las cámaras. Se toma el quito whisky y decide el destino del hombre que grita desesperado porque su compañera muere lentamente. No mata mujeres y tampoco niños, pero él no jaló el gatillo que atravesó el abdomen de la mujer que destrozó las cabezas de sus soldados. No se siente culpable de nada, es una guerra y como tal, existen bajas. Víctimas o no.
Y está seguro que: del lado de Maldonado no hay víctimas, solo un grupo de asesinos a sueldo que se regodean en la eliminación de personas tanto culpables como inocentes y él, no lo permitirá de nuevo.
Se levanta de su cómodo sillón con expectativas claras. Interrogar, tortura y eliminar luego de las respuestas sean o no satisfactorias. Darko ha vuelto después de su rutina de ejercicios