Nicolay se acerca a Emily y aspira su aroma. Sabe que va a asustarla si se queda porque en este momento no es buena compañía. La furia que le recorre las venas solo es comparada con el fuego cuando arde al rojo vivo y quema todo a su paso. Apoya su frente en la de ella, su piel se eriza de solo pensar en tocarla y el corazón le late a mil por segundo cuando la imagina en esa misma cama, pero desnuda y completamente dispuesta para él. Tiembla, se tensa a causa del deseo contenido. Un ardor lo recorre por completo enviando la sangre en torrentes descomunales a su entrepierna que despierta tensando la tela del vaquero. Incomodándolo. Roza su piel con los labios saboreando la sensación de tenerla tan cerca. Pero no puede quedarse.

Hay rebeldes en el calabozo y el Demonio Ruso tiene sed de sangre porque si Maldonado atenta contra la paz de su mansión, de su refugio. Él no le enviará cadáveres. Le servirá las entrañas de sus soldados en una cena y las comerán juntos.

Sale de la habitación d