Emily está en el suelo, inmóvil, aterrorizada y cubierta de sangre, temblando como una hoja en medio de un tornado. Darko saca los cadáveres con ayuda de sus hombres. Peta tiene pulso, pero es muy débil. Mira a Nicolay y este niega, solo le interesa Emily y su ahora conflicto interno.
“Hay heridas que no sanan nunca y, esta es una de ellas”, piensa lamentando el suceso.
Se encuentra agachado frente a la mujer que llora y gime sopesando si tocarla o no. Sabe perfectamente lo difícil que es superar el trauma que deja el arrebatarle la vida a otra persona, aunque sea en defensa propia. Mira a Emily y su corazón, el cual descubrió que, si poseía, hace unos minutos atrás cuando escucho la detonación y por lo cual se saltó no uno sino dos latidos. Ella solo repite una frase que se convierte en letanía:
—Soy una asesina…yo la maté… la maté, soy una asesina…
Nicolay la observa en silencio unos segundos más. No hay juicio en su mirada, solo una urgencia contenida. Se acerca un poco más para ro