La mañana en, la mansión Romanov estaba muy tranquila. La fiesta de Becky dejó a todos exhaustos y con muchas ganas de dormir con la llegada de los nuevos amigos que trajo Egor. Desde la cocina se filtra un delicioso aroma a desayuno con beicon y empanadas de pollo, junto al de los huevos revueltos y la deliciosa tarta de manzana que no puede faltar. La mujer que es la reina del lugar se pasea por los fogones como la dueña absoluta (lo cual no deja duda que ama profundamente su trabajo), prepara con ahínco la comida para todos y con una sonrisa crea exquisiteces aparte para las chicas en embarazo.
Una presencia que reconoce perfectamente la hace sonreír ya que él siempre es el primer invitado que tiene a la mesa de la cocina.
—Buenos días Bertha querida —la voz de Egor, aunque grave y con un tinte peligroso natural refleja el afecto en esas cuatro sencillas palabras —. Soné con este banquete luego del exceso de azúcar de ayer —la mujer sonríe encantada por la confianza que se tienen.