Lejos en el centro de Manhattan, una mujer sale debidamente ataviada con un vestido que no deja mucho a la imaginación. Entra a la habitación que funciona como comedor con el teléfono en el oído platicando con el médico que atiende a su hijo mayor con quien mantiene una relación extraña. Sentado a la mesa en ese mismo comedor de esa misma residencia se encuentra un hombre degustando el desayuno gourmet que le ha servido la encargada de la cocina.
—Buenos días cariño —la mujer observa con curiosidad que falta alguien a la mesa—¿Vladimir? —pregunta a Ignasi por la ausencia de su hijo mayor.
—Buen día madre, Vladimir duerme aún, tuvo una crisis anoche luego de asesinar al sujeto —dice tranquilamente en respuesta.
Vasela arruga los labios pensando en que la esquizofrenia de Vladimir se está saliendo de control cuando en realidad es su propia manipulación que lo está volviendo loco.
—Creo que lo dejaremos descansar por ahora, necesito que por favor encuentres una ubicación —Ignasi traga la