La noche cayó con un manto denso, como si las estrellas mismas se hubieran apagado. El silencio del bosque era inquietante, roto apenas por el murmullo de los guerreros que ajustaban sus armas y el crujido de las ramas bajo las botas. El aire estaba impregnado de una energía pesada, un frío que anunciaba lo inevitable.
Farkas se adelantó, su voz grave y firme resonó entre los lobos reunidos.
—Mantengan la formación. Los vampiros están cerca.
Sus ojos brillaban con la ferocidad del alfa que siempre había sido, y aunque Ragnar permanecía a su lado, todos sabían que, llegado el momento, él debía enfrentarse al Rey Vampiro.
Nolan ajustó su espada y le dio una mirada a Danika.
—¿Lista?
—Más que nunca —contestó ella, con una media sonrisa.
Dean, ágil y nervioso, daba vueltas alrededor de la formación, como un rayo esperando estallar.
Lyra permanecía junto a Ragnar, sintiendo el latido acelerado de su corazón. La presión era sofocante; por cada movimiento, los pies moviendose alrededor de