Los miembros que aún quedaban en la manada estaban más callados que nunca. No era el silencio apacible del descanso, sino ese que se instala cuando cada corazón late al ritmo del miedo y la expectativa. Los guerreros repasaban armas, revisaban sus cuerpos, conectaban con sus lobos, algunos cerraban los ojos pidiendo a un ser superior por sus seres queridos. Esa mañana se encontraban en medio del campo y aunque faltará poco para que la noche cayerá, podían sentirla demasiado cerca. Era como si la luz del sol era lo único que los protegía de su destino.
Lyra caminaba entre ellos, observando cómo cada rostro reflejaba una mezcla de valor y temor. Sabía que muchos no sobrevivirían a lo que se avecinaba. El pensamiento la golpeó fuerte, pero no lo dejó quedarse, sacudió su cabeza y siguió dando los ánimos, ella debía hacer lo posible por protegerlos.
Alzó la mirada y lo encontró. Ragnar estaba sentado en uno de los troncos, revisaba algunos cuchillos de batalla, aunque su mirada estaba di