Capítulo 427

Después pico los champiñones y el chorizo muy finos y lo salteo todo. Hiervo el arroz, corto un poco de pan recién hecho y hago el cordero a la plancha. Mientras tanto, él permanece sentado, mirándome, y no se ofrece a ayudarme ni intenta darme conversación. Se limita a observar en silencio cómo cumplo con mi deber de alimentarlo.

Mientras estoy rellenando los pimientos, aparece delante de mí y se inclina desde el otro lado de la encimera.

—Estás haciendo un gran trabajo, señorita.

Tomo el cuchillo y lo apunto con él.

—No seas condescendiente conmigo.

Me quedo pasmada cuando, de repente, su rostro se torna oscuro y me arranca el cuchillo de la mano.

—¡No juegues con los cuchillos, Addison!

—¡Lo siento! —espeto mientras miro el utensilio en su mano y empiezo a darme cuenta de mi estupidez. Tiene un filo muy peligroso, y yo lo estaba usando como si fuera una cinta de gimnasia rítmica—. Lo siento —repito.

Lo deja sobre la encimera con cuidado y empieza a relajarse.

—No pasa nada. Olvídal
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