—Te gustan todos los vestidos de mamá —suelta Jacob, cansado de oír siempre lo mismo y obligándome a apartar la vista de ese cuerpo que me gira loco de deseo.
—Es verdad —admito, y le sacudo un poco la mata desaliñada de pelo rubio—. Hablando de vestidos, voy a buscar a tu hermana.
—Vale —responde, y vuelve a centrar la atención en mi móvil y a hundir el dedo en el tarro.
Me levanto y voy en busca de Maddie. Subo los escalones de dos en dos e irrumpo en la habitación infestada de rosa.
—¿Dónde está mi cumpleañera?
—¡Aquí! —chilla saliendo de su casita de juegos.
Casi me quedo sin respiración.
—¡No vas a llevar eso puesto, señorita!
—¡Sí que lo voy a llevar! —Sale corriendo por la habitación al ver que empiezo a andar hacia ella.
—¡Maddie!
Pero ¿qué cojones? ¡Tiene cinco años! ¡Tan sólo cinco años y ya tengo que preocuparme de que no lleve pantalones sexys y camisetas extracortas! ¿Qué coño ha sido de ese vestido de volantes?
—¡Mamá! —grita cuando la agarro del tobillo sobre la cama. P