No estoy dormida, pero abro los ojos al notar un montón de baches, y el coche empieza a dar trompicones. Miro la carretera que tenemos delante y lo primero que me llama la atención es su terrible estado de conservación. Hay escombros por toda la superficie repleta de grietas, y Nick empieza a conducir el preciado coche con sumo cuidado. Jamás lo había visto conducir con tanta cautela, pero es bastante evidente que si lo hiciese algo más de prisa, acabaríamos volcando.
—¿Dónde estamos? —pregunto mientras miro a nuestro alrededor en busca de algo interesante.
No hay nada. Sólo terrenos abandonados, esta carretera destrozada y polvorienta y unas cuantas casas. No, sería más apropiado decir: «No puedo creer que haya gente viviendo ahí.»
—Esto es el paraíso, nena —dice él, completamente en serio.
Casi me echo a reír, pero la preocupación me lo impide. Yo he visto el paraíso, principalmente en fotos, y esto dista mucho de la idea que tengo de él. Estoy a punto de pedirle que dé media vuelta